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El Plan Regional de Ictus logra reducir la mortalidad en un 25% en una década

El consejero de Salud, Manuel Villegas, y la coordinadora de la Unidad de Ictus de la Arrixaca, Ana Morales, explican los progresos experimentados en el tratamiento de estos accidentes cerebrovasculares y sus secuelas.

26 JUN 2018 - 00:00
La neuróloga Ana Morales (i.) y el consejero de Salud Manuel Villegas (d.). Foto CARM
La neuróloga Ana Morales (i.) y el consejero de Salud Manuel Villegas (d.). Foto CARM
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El Plan Regional de Ictus logra reducir la mortalidad en un 25% en una década
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ASR. Murcia.

Dos mil personas sufren cada año un ictus en la Región, pero las consecuencias de estos accidentes cerebrovasculares son menos drásticas gracias a un programa específico de la Consejería de Salud que ha logrado reducir la mortalidad en un 25 por ciento y también lograr que casi la mitad de los afectados superen el episodio sin secuelas

El ictus es frecuente sobre todo en edades avanzadas y es, además, la primera causa de muerte en mujeres tanto en la Región de Murcia como en el cnjunto de España. El gran avance científico que se produjo en 2004 en el tratamiento inmediato de los pacientes con ictus llevó a la implantación del programa ictus en la Región en 2008. Diez años después, los resultados son palpables. Manuel Villegas, consejero de Salud, habla de una reducción de la mortalidad en un veinticinco por ciento. 

Además de los fallecimientos, el ictus tiene graves consecuencias por las secuelas que deja: dificultades, por ejemplo, en la movilidad o en el habla. También en este apartado se ha avanzado en la última década, de modo que, ahora mismo, los pacientes asintomáticos tres meses después de haber sufrido un ictus se acercan al cincuenta por ciento, según ha explicado Ana Morales, neuróloga y coordinadora de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario de la Arrixaca.

El programa ictus implica que hay un equipo especializado pendiente de atender posibles urgencias al alcance de una llamada telefónica al 112. En caso de observar cualquier síntoma, como alteraciones bruscas en el lenguaje, en la visión, o en el equilibrio —en nosotros mismos o en un familiar—, hay que llamar. Y deprisa.

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