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VIVA LA RADIO. Murcia, año 2772: del oráculo y las artes adivinatorias. Magia en la antigua Roma. Dii iferi vobis comedo

26:18
17 DIC 2019 - 00:00
El ser humano no se conforma con que las cosas ocurran por puro azar y pretende conocer el futuro y manipularlo. Pero los romanos eran muy prácticos, adoptaban a todos los dioses ajenos y los adoraban “por si acaso”

Adolfo Díaz Bautista

El ser humano siempre ha creído en cuestiones sobrenaturales. Según algunos autores eso es lo que nos distingue de otras especies “humanas” y lo que permitió al homo sapiens imponerse a los neandertales y conquistar el mundo. La idea es que, al poder aglutinar a mucha gente en torno a una idea (una bandera, un dios, un símbolo) los humanos eran imbatibles. Nuestros antepasados no entendían el mundo y su curiosidad les llevaba a buscar explicaciones mitológicas a cada misterio de la naturaleza. El sol, la lluvia, el rayo… todo eran efectos de las deidades. La ciencia ha avanzado muchísimo, dejando un estrecho margen para las religiones, pero aún así hay grandes preguntas para las que el ser humano siempre buscará respuestas más allá de la razón.
Una de las grandes preocupaciones es el futuro, el destino. El ser humano no se conforma con que las cosas ocurran por puro azar y pretende conocer el futuro y manipularlo. La leyenda cuenta que la sibila de Cumas, una hechicera legendaria, se presentó ante el rey Tarquino el Soberbio (siglo VI aC) y le ofreció nueve libros en los que estaba escrito el futuro de Roma a cambio de un precio muy elevado. El rey rechazó el ofrecimiento y la bruja quemó tres de los libros pidiendo, por los seis restantes, el mismo precio. El rey volvió a rechazar la oferta y entonces la sibila quemó otros tres libros y volvió a pedir el precio inicial. Ante el temor de que destruyera los tres restantes el rey aceptó y compró los tres libros al precio de nueve.
Los pueblos de la antigüedad eran politeístas, por lo tanto la lucha entre religiones no era para negar el dios ajeno y afirmar el propio sino para comprobar qué dios era más fuerte. Pero los romanos eran muy prácticos, adoptaban a todos los dioses ajenos y los adoraban “por si acaso”.
En esta mentalidad era fundamental tener al propio dios contento, por esta razón los sacrificios a los dioses eran obligatorios. Esto ocasionó el enfrentamiento con judíos y cristianos, seguidores de una religión que proclama que no hay más dios que Dios y se negaban a hacer ofrendas a los dioses romanos, lo que podía suponer que éstos se enfadaran y perdieran las guerras.
En la religión privada era muy importante adorar a los antepasados, y también que alguien nos adorara cuando hubiéramos muerto. Por eso era tan frecuente la adopción. Los antepasados eran los dioses de la familia, los que cuidaban a los vivos siempre que éstos les honraran adecuadamente.
En general, en el mundo romano, no se dejaba nada al azar. Cualquier decisión importante en el ámbito privado (un matrimonio, un viaje, un negocio) o en el público (un juicio, una guerra…) se consultaba con los astros, con los augures (que examinaban el vuelo de las aves) o con cualquier adivino que pasara por allí. Incluso en la fundación de Roma, Tito Livio cuenta que la disputa entre Rómulo y Remo por ser el primer rey se dirimió con la observación del vuelo de las aves. Si antes de un acto público el augurio era funesto el acto se suspendía y se declaraba ese día “nefasto”. De ahí provienen nuestros días “hábiles” e “inhábiles”, tan importantes en el ámbito judicial.
En los pueblos y ciudades había un enorme tablón con frases numeradas para responder las consultas de los ciudadanos, éstos arrojaban los dados formulando una pregunta y la frase correspondiente era la respuesta.
La magia se podía utilizar para enamorar a una muchacha que no nos correspondía o para garantizar una buena navegación, pero también para procurar el mal a un enemigo o una expareja. Conocemos muchos ejemplos de maldiciones romanas; se solían escribir con un punzón sobre tablillas de metal (Estaño, bronce o plomo) y se depositaban en el altar familiar:


Malcio Nicones oculos
Manus dicitos bracias uncis
Capilo caput pedes femus venter
Natis umlicus pectus mamilas
Colus os bucas dentes labias
Me[nt]us oclos fronte supercili
Scaplas umerum nervias ossu
Merilas venter mentula crus
Quastu lucru valetudines defico
In as tabelas.    

A Malcio Nicones ojos
manos, dedos, brazos, uñas
cabellos, cabeza, pies, fémur, vientre,
ombligo, pecho, pezones,
cuello, boca, morros, dientes, labios,
barbilla, ojos, frente, cejas
espalda, hombros, nervios, huesos,
vientre, polla, piernas
toda su riqueza, su salud maldigo
en esta tablilla.

Dii iferi vobis comedo si quicua sa-
Ctitates hbetes ac tadro Ticene
Carisi quodquid acat quod icidat
Omnia in adversa. Dii iferi, vobis
Comedo ilius memra, colore,
Ficura, caput, capilla, umbra, cereb-
ru, frute, supe[rcil]ia, os, nasu,
metu, bucas, la[bra, ve]rbu, vitu-
colu, iocur, umeros, cor, fulmones,
itestinas, vetre, bracia, dicit-
os, manus, ublicu, visica, femena,
cenua, crura, talos, planta,
ticidos
dii iferi si ellud videro…tabescete
vobis sanctu ilud lib[e]ns ob anu-
versariu facere dibus parentibus ilius… …
peculiu tabescas…  
 

A vosotros dioses infernales os encomiendo si
algun poder tenéis asi digo que a Ticene
de Carisio todo lo que haga le resulte
en su contra. A vosotros, dioses infernales
encomiendo sus miembros, salud,
figura, cabeza, cabellos, sombra, cerebro,
frente, cejas, boca, nariz,
barbilla, morros, labios, lengua,
cuello, ojos, hombros, corazón, pulmones,
intestinos, vientre, brazos, dedos,
manos, ombligo, vesícula, coño,
suciedad, talones, plantas de los pies,
dedos de los pies.
Oh dioses infernales si la viera …consumirse
a vosotros libación por aquel santo
aniversario haria a los dioses familiares de aquel…
una ofrenda tendrás…


Tan frecuentes debieron ser los conjuros con maldiciones que las XII Tablas preveían un castigo para quien realizase sortilegios o encantamientos en contra de alguien. Con el tiempo esto se interpretó como una prohibición de realizar escritos difamatorios (libelos) y se incluyó en la regulación del derecho al honor, pero al parecer, en un principio pretendía evitar la magia negra.


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