TECNOMAN

Isaac Asimov no andaba mal encaminado cuando en 1942, en un intento por contrarrestar un supuesto "complejo de Frankenstein", formuló sus famosas tres leyes de la robótica. Ninguna máquina se alzará contra su creador, ni antepondrá el bienestar propio a la supervivencia de un ser humano; so pena de sufrir daños irreversibles en su cerebro positrónico que causarán su “muerte” inmediata. La propuesta europea no llegará tan lejos, limitándose a consensuar un estatus jurídico para las "personas electrónicas", que cubra los robots autónomos más sofisticados y permita reclamar responsabilidades en caso de daños. Jesús Herrera