El jugador murciano gana a Nicolás Jarry por 7-5 y 6-1, y accede a la siguiente ronda del último Masters 1.000 del año. "He aceptado que la temporada acaba en noviembre", ha confesado en declaraciones a Germán Abril.
GREGORIO LEÓN
La relación de Carlos Alcaraz con París ha ido evolucionando. Como ocurre con las relaciones humanas, sometidas a vaivenes, distancias y aproximaciones. Allí ha llorado, de incomprensión ante el ensañamiento, cuando Hugo Gaston encadenó casi veinte puntos puntos seguidos, en medio de una jauría humana que quería devorar a un chaval de dieciocho años. Allí lloró por un oro olímpico perdido ante la figura estatuaria de Djokovic. Pero también ha sonreído, cuando se coronó en la Philippe-Chatrier como nuevo rey de Roland Garros. Su regreso a París-Bercy estaba rodeado de incógnitas. Es un torneo esquivo para el tenista de El Palmar. Pero, a diferencia de otros años, convenientemente dosificadas las energías y las fuerzas, ha llegado en condiciones de ganar todo en el crepúsculo del año. El chileno Nicolás Jarry lo intentó, pero Alcaraz impuso su ley.
De azul celeste con tonos verdosos en las mangas, el murciano comenzó con firmeza. Conectó primeros servicios desde el primer momento, y eso fue una constante que solo tuvo una excepción en la manga inicial. Poderoso también al resto, el break llegó pronto. Todo parecía fluir con naturalidad. Pero cuando iba a sacar para adjudicarse el set, se lio y le dio alas a Jarry. Nada que no se pueda corregir. Alcaraz elevó sus prestaciones y en vez de ir al 'tie-break', solventó el problema metiendo presión al resto. Una doble falta del chileno cerró el primer capítulo del partido.
Alcaraz se había tomado la cita muy en serio. No ofrecía resquicios, ni grietas. Cuando el murciano juega así se reviste de una capa de acero en el que rebotan todas las balas. Jarry empezó a acumular errores no forzados. Y después de un juego en el que Carlitos mostró sus progresos en el uso del revés cruzado, firmó otra ruptura para colocarse con un 3-1 a su favor que ponía proa a la victoria final. A partir de ahí todo fue rodado para el jugador de El Palmar, que resolvió la ecuación en hora y media de tenis sin fisuras, eficaz.
