El tenista murciano gana a Frances Tiafoe (5-7, 6-2, 4-6, 7-6 y 6-2) en la tercera ronda del torneo de tenis de Wimbledon.
GREGORIO LEÓN
Bailó sobre brasas encendidas, pero Carlos Alcaraz se niega a dimitir a Wimbledon, su reino desde el año pasado. Detrás de su aire bonachón, un poco zumbón, Frances Tiafoe esconde un felino de garras afiladas, dispuesto a despedazarte a la mínima. Llevaba un año de altibajos, describiendo una trayectoria errática. Pero, abastecido del mejor tenis, haciéndose fuerte al resto, comprometió a Carlos Alcaraz en la hierba de Wimbledon. El murciano se gana el derecho a dar continuidad al éxito del año pasado. El estadounidense no puede vengarse del episodio del US Open, donde el jugador de El Palmar le privó de la final en 2022.
Tardó en desperezarse Carlitos. Resolvía sus turnos de saque con dificultades. Y Tiafoe sumaba juegos en blanco, sin mayores problemas. Hasta que, ya con la muñeca caliente, el murciano tuvo la oportunidad de hacer el primer break y ponerse por delante 4-2. Pero esa ventaja la malgastó al servicio, y entró en un bache que no desaprovechó el estadounidense, sacando golpes precisos, llenos de finura. Un jugador con mucha personalidad. El set era suyo.
Aprendió la lección el jugador de El Palmar para el segundo capítulo. No le podía ni conceder un respiro al enemigo. Con la derecha empezando a funcionarle, apareciendo la magia en algunos golpes, fue reduciendo poco a poco a Tiafoe, que se encontró de nuevo con un 4-2 adverso. Pero esta vez no pudo levantarlo. Todo lo contrario. Se quedó clavado con esos dos únicos juego sumados, y la manga la cerró Alcaraz con un passing de maestro. Llegó a su asiento y lo celebró, enfáticamnte. Volvía a reencontrarse. A sentirse el jugador único en el mundo.
Las dificultades regresaron en el siguiente set. Tiafoe devolvía restos increíbles, con unos paralelos que lamían las líneas, dibujando en el rostro de Carlos Alcaraz una expresión atónita. Y aunque lo intentó, se vio obligado a entregarlo. Las cosas se ponían de color hormiga.
Jugó con fuego Alcaraz en el cuarto set. Con cuatro iguales y 0-30 para Tiafoe, el riesgo de pegársela crecía extraordinariamente. Pero Alcaraz se repuso, llegó al 'tie-break', donde mostró su autoridad. A partir de ahí, desde esas nuevas sensaciones adquiridas, gobernó el partido. En el tercer juego ya hizo una ruptura. Las dejadas que antes no salían, daban frutos. La derecha, antes tontorrona, se volvía un martillo. El campeón reapareció en el momento justo.