El equipo albinegro cae también ante el Levante (3-0) y está a veintiún puntos de la salvación.
GREGORIO LEÓN
El Cartagena es un consumado coleccionista de derrotas. Y no deja escapar oportunidad para que crezca su colección, la que le ha convertido en el peor colista de las grandes ligas europeas. Una bicoca para cualquier rival. El Levante, que se jugaba acceder a la clase business, la que te deja directamente en Primera División, no hubo de esmerarse demasiado. Octava derrota consecutiva, el mismo número de partidos que lleva sentado en el banquillo Guillermo Fernández Romo. Pero este desastre inaudito no es imputable al entrenador. Ni a este ni a los anteriores. Los culpables son dos. Uno estaba en el Ciudad de Valencia, Manuel Sánchez Breis. El segundo, no: Francisco Belmonte.
El partido fue gemelo a otros que ha sufrido el Cartagena. Tuvo en sus manos la oportunidad de adelantarse. Primero Nacho Martínez envió un balón que merecía el premio del gol. Más clara fue todavía la de Escriche, pero la malgastó. Inocente en el área rival; dadivoso en la propia. Andy Rodríguez hizo un regalo inaceptable para un jugador de su nivel, que tan alto rendimiento dio hace un año. Mandó una pelota atrás, transformándola en asistencia de gol a Iván Romero, que se zafó de Pablo Campos para hacer el 1-0. Sencillo. Demasiado sencillo.
Y el Cartagena se agrietó en la segunda mitad. Kochorashvili perdonó el 2-0, en inmejorable disposición. Y Pablo Campos, con el prodigio de cada partido, le negó el gol a Morales. El delantero fue sustituido en medio de sonoros pitos. Una situación insólita. Y Kochorashvili, después de otro milagro del meta cartagenerista, mandó la pelota a la red. Al horror se sumó Kiko Olivas, que entregó generosamente el balón al contrario, y para intentar enmendar el fallo, hizo penalti. Vicente Iborra lo transformó. Un nuevo capítulo de infamia.