El equipo grana encaja la primera derrota de la temporada, ante el Hércules (2-0). Tres mil murcianistas poblaron las gradas del Rico Pérez.
GREGORIO LEÓN
Fue una fiesta sin regalo. El murcianismo preparó a conciencia la cita, concebida como una celebración. Pero su equipo no fue esta vez feliz en el Rico Pérez. Fue víctima de sus errores, y de los ajenos. Y los tres mil aficionados que colorearon de rojo las gradas del venerable estadio alicantino vieron a su Murcia perder el liderato. El Hércules silenció a una afición que había tomado la A-7 en una nueva demostración de fidelidad. En la Primera RFEF hay enemigos emboscados. Cualquiera te tiende una celada. Las victorias siempre exigen refrendo en la siguiente jornada. Nada es fácil en esta categoría, minada. Esto no constituye novedad. Pero este sábado el Rico Pérez lo recordó, por si alguien lo había olvidado.
Hizo una declaración expresa de intenciones el Murcia en los primeros minutos. Juan Carlos Real, Pedro Benito y Pedro León buscaron el gol, pero todo quedó en grado de tentativa. Los grana querían madrugar. Se inflamaba la grada donde estaban ubicados los aficionados murcianistas. Pero después de ese entusiasmo inicial, el Hércules hizo uso de turno de réplica y empezó a maniobrar en campo rival. Y llegó su gol, pero no como consecuencia de su empuje, sino de un desatino del Murcia. Antxon Jaso, en la salida de presión, mandó un balón lleno de veneno a Gazzaniga. Y Soldevila, cazador de regalos, se aprovechó. Una desfachatez. Como la del árbitro, que no pitó un penalti claro de Montoro a Pedro León.
La segunda mitad comenzó con una bofetada. Nico penalizó al Murcia con el 2-0. Desubicado, precipitado, desflecado... el equipo de Fran Fernández quedó sin respuestas. Las buscó el entrenador en el banquillo, dando pista a Jorge Yriarte, José Ángel Carrillo y Raúl Alcaina. Pero las ocasiones escaseaban. Solo se probó Kenneth Soler, sin éxito. Y Alcaina, ya cerca del final. Todo fue en vano en Alicante.
