El tenista murciano gana su segundo torneo de Wimbledon consecutivo ante Djokovic (6-2, 6-2 y 7-6).
GREGORIO LEÓN
Aquel niño siempre quería jugar un punto más.
-Venga, vamos, que mamá me ha dicho que la cena ya está preparada. Que se enfría.
-Un punto más, papá. Porfi, solo uno más.
Aquel niño que conoció la felicidad gracias a una raqueta es hoy el rey del planeta tenis. Empezó deslumbrando con lo insólito. Ganando partidos improbables. Ahora ha convertido la victoria en algo consuetudinario. La costumbre también hace ley. Y él la impone, de forma metódica. Da igual el tamaño del rival, su linaje o procedencia. Llegaba a la final de Wimbledon herido Djokovic, la derrota del año pasado arañándole aún por dentro, actuando como elemento motivador. El serbio lleva toda la vida afrontando retos, derribando muros. No puede ser que un chaval de veintiún años, por muy bueno que sea, te quite la corona. Tú, que miras al mundo desde tu atalaya, la que has construido con un espíritu competitivo que te ha metido en los libros de historia. Pero aquel chico que prefería una bola más a un bistec a la plancha se ha preparado a conciencia no para desafiar a los dioses, sino para ponerlos de su lado. Y ahí los tiene. Ellos, que creían haberlo visto ya todo, no imaginaban que alguien fuera capaz de sorprenderlos. Carlos Alcaraz se coloca al lado de los dioses.
Carlos Alcaraz comenzó pie tabla. Cocinó a fuego muy lento en primer break, pero llegó en el juego inaugural después de catorce minutos de esfuerzo e intercambio de bolas. El murciano enseñaba los dientes al resto y hacía un uso impecable de sus primeros servicios, con porcentajes que bordeaban el 80 por 100. Vio a Djokovic vulnerable, todo lo vulnerable que puede ser el serbio, y volvió a hacerle un quiebre. 4-1. El set no se le podía escapar. Y lo hizo suyo.
El tenista de El Palmar siguió en esa línea de excelencia en el segundo capítulo. Siempre amparado por su servicio, empezó a cultivar las dejadas, ejecutadas con maestría. Djokovic no podía hacer otra cosa que aplaudir. Al resto no le podía hacer ni cosquillas. El serbio, inerme, asistía al espectáculo del juego impecable de su antagonista. Un elefante reducido al tamaño de una ardilla. Por contra, las dimensiones de Alcaraz se expandían, hasta adquirir proporciones colosales. El público que llenaba las gradas del All England Club no podía contener la emoción, saltando ante winners que expresaban la superioridad del murciano. 6-2 y 6-2. Todo iba demasiado rápido. Un alud se le venía encima al serbio.
Coleccionaba errores no forzados Djokovic, exigido hasta los últimos límites por Carlitos. Y se apercibió de que debía elevar sus prestaciones si quería estirar la final. Mejoró la calidad de sus servicios. Y hasta coqueteó con la posibilidad de un break. Pero las rupturas eran exclusividad del murciano. Y cuando parecía inminente el desenlace, con 5-4 y 40-0 a su favor, a Carlos Alcaraz le entró el tembleque, el único momento de vacilaciones y dudas, y malgastó hasta tres bolas de partido. El desenlace fue al 'tie-break'. Y ahí, sí, el murciano recuperó su juego primoroso, para hacerse campeón, otra vez, en la hierba venerable de Wimbledon.
Aquí puedes ver los vídeos del último punto del partido, de la celebración junto a su equipo y familia, y del momento en el que recibía el trofeo de mano de la Princesa de Gales
Astounding Alcaraz
— Wimbledon (@Wimbledon) July 14, 2024
The Spaniard defends his #Wimbledon title with a stunning straight sets victory over Novak Djokovic, 6-2, 6-2, 7-6(4) pic.twitter.com/bEbT9HwMZh
Carlos Alcaraz, soak it all in #Wimbledon pic.twitter.com/rIIT5fsGJ2
— Wimbledon (@Wimbledon) July 14, 2024
A familiar feeling
— Wimbledon (@Wimbledon) July 14, 2024
Carlos Alcaraz lifts the #Wimbledon Gentlemen’s Singles Trophy for the second time pic.twitter.com/O73owrPkk6