El tenista murciano derrota a Tommy Paul (6-0, 6-1 y 6-4) y jugará las semifinales del torneo parisino ante Lorenzo Musetti.
GREGORIO LEÓN
Iba para libro gordo, de esos de casi mil páginas, y se quedó en novela corta. Se presumía una historia llena de capítulos, con pasajes farragosos, estructura alambicada y final impredecible. Pero Carlos Alcaraz simplificó todo con la complejidad de su juego, dotado de mil recursos, mil soluciones, mil brujerías. Tommy Paul, inerme, desconcertado, se sentía fuera de este mundo, el que conoce y que incluso le llevó a ganar al murciano hasta dos veces en Canadá. Golpe a golpe, bola a bola, el estadounidense se vio mortificado por un murciano que cuando despliega su tenis atómico, arrasa con todo. Da igual la superficie, el tamaño del rival e incluso si es de día o de noche. No le gusta a Carlitos la sesión nocturna, donde la pelota viaja a menor velocidad, donde todo se enlentece, se hace parsimonia. Pero no este martes. La joya de Murcia dio una exhibición. Otra. Y lanza un mensaje inequívoco a los demás: quiere coronarse de nuevo en París. De momento, le espera el viernes Lorenzo Musetti en las semifinales.
El primer acto del partido tuvo un discurrir por completo inesperado. Se esperaba un intercambio de golpes y que cada punto estuviera en discusión. Pero Carlos Alcaraz, que empezó sirviendo, apretó a fondo el acelerador y dejó silente a Paul. Le clavó tres globos. Lo mareó con dejadas sutiles, tan propias del murciano. Lanzó trallazos con su derecha. Todo eso después de una firmeza con su primer servicio, con el que solo perdió un punto, y haciéndose muro al resto. La consecuencia fue un rosco, ante el estupor de los aficionados que no llenaban la Phillipe - Chatrier. Media hora. No hubo combate. Solo tenis del mejor oro, el oro de ley, de un jugador, Carlos Alcaraz.
Tommy Paul hizo un amago de reacción en la segunda manga. Pero el murciano no estaba para bromas. No hizo concesiones con su turno de servicio y otra vez mostró también sus cualidades al resto. Pocas veces lo ha hecho con tanta claridad, con tanta eficacia. Irresistible. El estadounidense vivía un calvario. Alcaraz le infligía un 6-1.
Subido en la cometa, que cada volaba más alta, Carlos Alcaraz se aprestó a completar su obra maestra. Al otro lado de la red, Paul sudaba sangre para ganar cada punto. Después de varios minutos en los que incluso pudo encajar otro break, sacó adelante el primer juego. Todos sus esfuerzos quedaban en grado de tentativa ante la figura agigantada del jugador murciano, que sí aprovechó su opción de ruptura con uno de sus restos demoledores de la noche. Y remató la faena al servicio, con un juego en blanco. La perfección hecha tenista.