El murciano se impone a Casper Ruud (3-6, 6-3 y 6-4) y logra la victoria 66 del año, rompiendo todos sus registros anteriores. Se ha metido en otra final, la del ATP 500 de Tokio, su décima de 2025. Su rival será Fritz
GREGORIO LEÓN
Los artistas no luchan contra otros artistas, sino consigo mismos. Que cada obra sea mejor que la anterior. Y Carlos Alcaraz ha mejorado su versión para ganarse a sí mismo. Con la victoria de este lunes en las semifinales del ATP 500 de Tokio ha elevado su colección de victorias a 66, un número que jamás había alcanzado desde que llegó con su tenis revolucionario al circuito. Y todavía no ha acabado septiembre. No fue un ejercicio sencillo, ni mucho menos. Casper Ruud, el antagonista que tuvo enfrente en el US Open que lo llevó por vez primera a la gloria, es un jugador de grandes talentos, que comprometió al murciano y lo obligó a la remontada. Pero mereció la pena. Las victorias siempre tienen sabor cuando llegan tras sortear obstáculos y dificultades. Su último obstáculo será el estadounidense Taylor Fritz, este martes (11:00 hora española).
El primer set se le fue a Alcaraz. Y eso que pudo atraparlo, con opciones de ruptura obtener ventaja. Pero empezaron a menudear los errores no forzados, hasta llegar al número de quince, incompatible con una resolución positiva de la manga. Casper Ruud los aprovechó a conciencia. El tenista murciano tenía detectados los problemas, muy identificados. Y les puso solución desde la mejoría al servicio, con porcentaje que rozó el 80 por 100 y hasta nueve aces, que le hicieron vivir un capítulo cómodo, resuelto sin sobresaltos.
Ya con todo en orden, Carlitos se dedicó a esperar paciente su oportunidad al resto en el tercer set. Y en el quinto juego hizo un break, confirmado al servicio. El murciano se gustaba, disfrutando de dejadas y de su elasticidad para llegar a bolas imposibles, jugando al ratón y al gato. Y demostrando que su muñeca es única, que esconde mil trucos y soluciones. Un jugador excepcional, único en su especie. La de los elegidos.
