El tenista murciano, que comenzará el Masters 1.000 de Cincinnati el sábado o el domingo, ya ha llegado este lunes a Estados Unidos. Es el gran favorito, junto a Jannik Sinner.
GREGORIO LEÓN
Nada le gusta más a Carlos Alcaraz que estar con sus amigos, a los que tanto echa de menos cuando se pierde por lejanas geografías, encerrado en la burbuja que le exige ser una figura de dimensión planetaria. Cada minuto con ellos es un regalo. Cada comida preparada por su madre, un manjar. Anoche se escapó a Campoamor para cenar en el restaurante El Pony. Y este lunes, vuelo a Estados Unidos, donde le aguardan dos citas. La primera le trae recuerdos extraños. El año pasado dejó una imagen que se viralizó, Alcaraz perdiendo los nervios y rompiendo la raqueta cuando su partido ante Monfils ya iba por el peor camino. Ahí se lastimó mucho Carlitos, que mostró su vulnerabilidad, la incapacidad de controlar los nervios, de templar emociones. Por fortuna, todo eso ha quedado atrás. El murciano ha ganado en poso, con un crecimiento en términos de madurez claramente visible. Cincinnati tampoco le dejó en el paladar un gusto dulce en 2023, cuando perdió la final ante Novak Djokovic. Este sábado o domingo entrará en competición, con el propósito de conseguir el mejor grado de preparación posible para el último Grand Slam del curso, el US Open.
Alcaraz ha sudado en el Club de Campo de El Palmar, al sol de este verano de temperaturas de récord, compartiendo sesión con otro tenista, Dani Mérida, por ejemplo. Y sin parar de firmar autógrafos y prestarse a selfies. Siempre con una sonrisa.
Jannik Sinner ha llegado antes que él a Estados Unidos. Queda todavía muy cerca la final de Wimbledon. El italiano es el actual ganador del US Open, y se desenvuelve como un maestro en pista rápida. Todos sueñan en Nueva York con una final entre los dos tenistas. Pero para llegar al 7 de septiembre aún faltan muchas lunas. Y el camino trae curvas, y a lo mejor, sorpresas inesperadas. De momento, el Masters 1.000 de Cincinnati ya está aquí.
