El tenista murciano derrota a Taylor Fritz (6-4 y 6-4) en la final del ATP 500 de Tokio. Es el título 24 de su carrera.
GREGORIO LEÓN
Lo vimos con el gesto contraído de dolor, una mueca afeándole el rostro, pensando que se había roto. Pero Carlos Alcaraz no solo es el mejor, sino que además está rodeado de los mejores. No es una figura que aparezca en las portadas, con su barba de varios días, su hoyuelo en la barbilla y su pasado en el Yeclano Deportivo. Pero Juanjo Moreno es la sombra de Carlitos, el que pone a punto ese Ferrari que es el jugador murciano. Y sus manos hicieron que aquello que parecía motivo de retirada se transformara en recuperación prodigiosa para que el tenista nacido en El Palmar vea como se reduce el espacio de sus estanterías para colocar tantos y tantos títulos que van cayendo, uno detrás de otro, con seguridad de que al verano le sucede el otoño, de que los truenos anuncian lluvia. Alcaraz posee todas las certezas. Y un nuevo trofeo, el de Tokio, para confirmar que no hay otro como él.
Un tenista también se mide por su capacidad de supervivencia, de mantenerse en el alambre. Y Taylor Fritz hizo equilibrismos en el primer set, salvando hasta tres bolas de break en el quinto juego, con un 0-40 que parecía dejarlo todo en manos de Alcaraz, y luego otra bola de ruptura en el séptimo. Carlitos no aprovechó situaciones ventajosas, y vio como su enemigo, mal que bien, iba sacando adelante sus turnos de servicio. Pero cuando estás bailando sobre un hilo tan fino, cualquier resbalón, a tantos metros de altura, te manda al abismo. Y el estadounidense envió una bola muy mala y le concedió al murciano, por fin, el break que repetidamente se le había escapado. Mascullaba entre dientes Frtiz, se preparaba para el servicio con gesto reconcentrado Alcaraz mientras escuchaba un ¡Viva Murcia! desde las gradas. Su gestualidad decía que el set no se le iba a escapar. Y no se le escapó.
A Fritz empezaron a aflorarle las dudas. El jugador que tenía al otro lado de la malla parecía invulnerable. Y la prueba la tuvo en el primer episodio. Carlitos dibujó una parábola mágica para que la bola cayera sutil donde nadie podía llegar. Un globo que expresaba por dónde iba la cosa. Rotura de servicio, y confirmación en el acto siguiente. 2-0. El murciano se había puesto juguetón, inventándose puntos imposibles, a veces con el revés, ese revés que empieza a ser uno de sus tesoros que tenía escondidos, y volvió a romper a Fritz, haciéndole spoiler: ya sabes quién va a ganar. Siento adelantarme, pero esto no puede tener otro desenlace, por mucho que hagas un último intento al resto. I'm sorry. Dos dejadas. Lo siento. Así es la vida.
Carlos Alcaraz gana en Japón el título 24 de su carrera. De Miami a Tokio. Tres años donde la sonrisa siempre le ha acompañado.