El astro argentino, que cumplió la semana pasada 60 años, fue tentado por el club murciano. El jugador estaba sancionado por doping para jugar al fútbol, pero tenía abierta la puerta al fútbol sala.
GREGORIO LEÓN
Maradona era el Dios pagano de Nápoles. Reverenciado por los tifosi como una figura mitológica, nadie podía imaginar que su carrera se frenara en seco. Estamos en 1991. Después de un partido contra el Bari se vio obligado a pasar el control antidoping, que dio positivo. El examen había detectado el consumo de cocaína, vieja amiga del futbolista. El Comité de Disciplina de la liga italiana decidió suspenderlo durante 15 meses, de tal manera que Maradona quedó despojado de su licencia para jugar al fútbol.
La onda expansiva de la noticia llegó a los despachos del Grupo Fuertes, en Alhama de Murcia. ElPozo se había creado un hueco entre los clubes con más linaje del fútbol sala español. Y el entonces presidente Eloy Jiménez tuvo una idea: fichar a Maradona. El argentino conserva el derecho para jugar a otros deportes. Por ejemplo, el fútbol sala. Y se puso en marcha la operación fichaje. Tomás Fuertes visualizó las perspectivas que ofrecía el fichaje. "¿Le ofrecemos 100 millones de pesetas?", se preguntaban en los despachos del Grupo Fuertes. "Sí, vamos a por él". El club se movilizó, contactando con Francisco Sánchez Sabater, representante con fuentes y enlaces internacionales, quien trasladó la oferta formal a los agentes de Maradona.
La propuesta de ElPozo fue acogida con interés por los emisarios de Diego Armando Maradona, quienes recabaron información adicional: duración del contrato, cláusulas promocionales... La noticia tuvo resonancia internacional. Y aunque al final el argentino no dio el paso al frente, la operación fue un éxito en términos publicitarios.