La leyenda de ElPozo Murcia, requerido por la Dirección de Deportes para ayudar al desarrollo del deporte base
GREGORIO LEÓN
Fue el mejor. Nunca ha habido uno como él. Yo me aficioné al fútbol sala gracias a él. Son frases repetidas. Y todas tienen un destinatario: Paulo Roberto Marques. El tiempo no ha hecho palidecer su figura legendaria. Más allá de los 492 goles marcados con la camiseta de ElPozo (nadie ha podido siquiera acercarse a tales registros, ni siquiera un depredador reputado como Lenísio), en la memoria de los aficionados perduran regates imposibles, remates inverosímiles. Paulo era para los defensas enemigos un trilero, que jugaba a esconderles la pelota. Cuando volvían a verla, ya estaba alojada en la portería.
Manolo García y Guillermo Martínez-Abarca lo ficharon en Madrid. El jugador sugirió ir a comer al Asador Donostiarra. Los emisarios de ElPozo, para que tomara conciencia de que en el club de Tomás Fuertes cada peseta tenía valor y que no había lugar para los dispendios, lo llevaron a un bar modesto con manteles a cuadros. El 1 octubre de 1994 Paulo Roberto debutó en el flamante Palacio de los Deportes. La víctima, el Pinturas Lepanto de Zaragoza. Y ya dejó su sello. Dos goles y cinco balones al palo. La historia posterior ya es conocida.
Y ahora Paulo Roberto regresa, reclutado por la Dirección General de Deportes para impulsar el deporte en el nivel más bajo, el de la base.
Aquí lleváis la entrevista completa al mito del fútbol sala...