El tenista murciano acudió al programa El Hormiguero, donde confesó su afición por echarle limón a casi todo y que le impresionó que Michelle Obama fuera a verlo jugar en Nueva York
GREGORIO LEÓN
Luciendo una sonrisa que viene de serie, chaqueta oscura y pantalón claro, Carlos Alcaraz volvió al plato de El Hormiguero. La primera vez su nombre ya empezaba a retumbar con fuerza en el circuito tenístico mundial. Muchos descubrieron gracias a esa entrevista su naturalidad. Ahora han podido comprobar que una de sus principales virtudes se mantiene intacta, insensible a los halagos o a la fama: la humildad.
El jugador de El Palmar, que gastó un tono de broma para seguir el compás de Pablo Motos, se puso más serio al explicar las sensaciones que lo habían recorrido en Nueva York, cuando abrazó en Times Square la copa que lo acreditaba como ganador del US Open: "La tenía en mis manos, y aún creía que estaba soñando".
Carlitos confesó que las películas de Rocky Balboa actúan en él como fuerza inspiradora, y que, como buen murciano, criado entre huertos, hace mucho uso del limón, que no duda en echar a la paella o a la sopa.
Trancas y Barrancas consiguen las mejores respuestas del campeón mundial de tenis ¡@carlosalcaraz! #AlcarazEH pic.twitter.com/DONA925mh6
— El Hormiguero (@El_Hormiguero) September 19, 2022
La joya de Murcia se sintió impresionado al detectar en la grada a Michelle Obama, la exprimera dama de los Estados Unidos, y sobre los efectos que ha tenido en su vida encumbrarse al número 1 mundial, admitió que "ahora me prohíbo algunas cosas, te das cuenta de que no te puedes exponer tanto".
