El equipo grana perdió por 0-2 ante el Ibiza, que jugó con uno menos casi todo el partido.
GREGORIO LEÓN
Ahora sí, el Murcia ha tocado fondo. Un equipo enfermo, sin juego, ni orgullo, ni amor propio que demanda soluciones quirúrgicas. El discurso de Joseba Etxeberria está agotado. Su crédito, a ojos del aficionado, también. Pero la situación crítica del equipo, en zona roja, a una distancia planetaria del líder, no solo es imputable al entrenador. Muchos futbolistas están en un nivel de juego inaceptable. Y en el juicio público de Nueva Condomina, todos merecen la quema. Felipe Moreno y su Consejo de Administración se ven obligados a adoptar decisiones de calado para modificar un proyecto que parece agotado en octubre.
A los nueve minutos parecía que el guion podía cambiar. David del Pozo vio la segunda amarilla, y dejó a su equipo con un futbolista menos. Las condiciones eran objetivamente favorables para el Murcia. Pero no tradujo en modo alguno esa superioridad. Un fogonazo de David Vicente no fue suficiente. Y el Ibiza se encontró con un regalo inesperado. Alberto González soltó el brazo ante Monjonell, en un saque de esquina. Y el FVS dictaminó que había penalti. Fede Vico no malgastó una oportunidad excepcional. Desde el banquillo no aparecían soluciones. Y el público estalló en una pitada cargada de decibelios.
El tiempo de reflexión del descanso hizo que el entrenador reaccionara, colocando sobre el campo de Palmberg y a Pedro Benito, relevos de Juan Carlos Real y David Vicente. Y fue precisamente uno de los nuevos, Pedro Benito, el que encendió el estadio con un remate de cabeza. La primera amenaza en mucho tiempo para el Ibiza. Pero el que hizo diana fue Unai Medina, con un derechazo letal. Y ahí quedaron guillotinadas, aunque quedara media hora larga por delante, todas las opciones de un Murcia sin filo, sin pulso, de fútbol inane, condenado al purgatorio.