El tenista murciano gana el torneo de Queen's, derrotando en la final a Jiri Lehecka (7-5, 6-7 y 6-2).
GREGORIO LEÓN
¡Cuántas siestas nos robaron otras leyendas! Algunas pedaleaban para ascender cumbres imposibles para los hombres. Miguel Induráin tenía mucho de extraterrestre. Otros se ganaron también el aprecio mundial, raquetazo a raquetazo, rompiendo las leyes de la naturaleza. Ahí está Rafa Nadal. Y ahora ha aparecido un chico criado en El Palmar, de solo veintidós años, que está empeñado en que los domingos por la tarde no hagamos planes. Para la historia del deporte quedará la remontada insólita contra Jannik Sinner en Roland Garros. Y este domingo ha vuelto a ser de gloria para él. Y para todos nosotros. Es indiferente si es sobre polvo de arcilla o en hierba. Su nombre es Carlos Alcaraz. El murciano domina con autoritarismo el tenis contemporáneo. Jiri Lehecka también fue su víctima. Un jugador excepcional que también tuvo que rendirse ante el mejor.
Estaba muy avisado Carlitos de lo que podía ocurrirle si incurría en alguna distracción. El nivel de Jiri Lehecka quedó acreditado durante todo el torneo, tumbando incluso al favorito local, a Jack Draper. Y el murciano sacó adelante sus turnos de servicio sin grandes complicaciones, madurando el momento de firmar la ruptura, que se demoró. Llegó con el 5-5. "¡Vaaamos!", gritó el jugador de El Palmar, que luego explotó en un "¡Siiiiií!", cuando vio que el break era suyo. El primer set ya tenía dueño.
El servicio, que le funcionó con precisión quirúrgica a Alcaraz, varios aces incluidos, fue también el arma de Alcaraz en el siguiente capítulo. Pero Lehecka elevó su nivel al resto y se ganó el 'tie-break'. Y ahí, de forma inopinada, una doble falta de Carlitos le brindó la oportunidad al checo de adjudicarse la manga. Y fue lo que hizo.
Sin bajar la guardia, haciendo una lectura inteligente de lo ocurrido, Carlos Alcaraz ya no ofreció resquicio alguno al rival. Una rotura de servicio le colocó con un prometedor 3-1. La confirmación del break con su servicio le dejó el camino despejado hacia la victoria. Pleno de confianza, sin titubeos, sacó adelante un juego en blanco. Y se llevó el triunfo al resto.