El tenista murciano se estrena esta madrugada (a las 3, hora española, Movistar) ante Reilly Opelka, en la pista central del US Open
GREGORIO LEÓN
La sesión nocturna en Flushing Meadows es un terreno libre para las sorpresas. Para citas de desenlace impensable. En ella Carlos Alcaraz ha vivido partidos de más de cinco horas antes de sonreír. El espacio a la sorpresa está abierto por completo. Y por eso Carlos Alcaraz quiere adoptar todas las prevenciones. Ya el año pasado se la pegó en la segunda ronda ante Van de Zandschulp, quedando hechos añicos todos sus sueños. Ahora, alertado, espera al tenista más alto del circuito. Sus 211 centímetros lo emparentan con un pívot de baloncesto, pero es en el tenis donde ha descollado, desde que ganó el torneo júnior de Wimbledon hace diez años. Reilly Opelka no ha tenido una historia fácil. Le encontraron un tumor en la cadera, de la que fue intervenido, con algunas complicaciones. Luego volvería al quirófano por un problema en el tendón. Y ahí está, desafiante, desde el puesto número 66 del ranking mundial.
Alcaraz restará lo que pueda. Con su altura de gigante, Opelka lanza pedradas en cada uno de sus servicios. Un jugador muy difícil de defender. El murciano quiere ritmo. El estadounidense, disparos. Alcaraz parece bailar vals en un salón de Viena. Opelka parece escapado de una película de Sergio Leone. Dos formas de entender este deporte.
El jugador murciano, encumbrado en Cincinnati, llega a Nueva York con muchas lecciones aprendidas, y dueño de una madurez mental que antes no tenía. Está rebosante de confianza, pero es consciente de que un día malo te manda para casa. Y las sorpresas aparecen todos los días en el US Open. Que le pregunten a Daniil Medvedev, expulsado del torneo por Bonzi, sin que faltara el espectáculo de furia del ruso.