Considerado el hombre del Papa Francisco en España, Omella ha apostado por "crear puentes" y seguir el camino de la "fraternidad y la convivencia" en el asunto catalán
REDACCIÓN | AGENCIAS
El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, ha sido elegido este martes 3 de marzo nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en el marco de la Asamblea Plenaria de los obispos, que se celebra del 2 al 6 de marzo en Madrid.
Omella sustituye en el cargo al cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, que ya había cumplido dos mandatos consecutivos en el puesto. Tras ser elegido ha asegurado que colaborará con las instituciones del Estado, ha apostado por "crear puentes", por "no reabrir heridas" y ha pedido que se trate a la Iglesia sin "privilegios" pero con "dignidad y respeto".
"Nosotros, como dijo D. Ricardo Blázquez, estamos para colaborar con todas las instituciones también las del Estado porque estamos al servicio del bien común. Creo que en un buen diálogo podemos colaborar porque nos necesitamos todos", ha subrayado Omella este martes 3 de marzo, en su primera rueda de prensa como presidente de los obispos españoles.
Tras desear "éxito" al Gobierno, y preguntado por la clase de Religión en la reforma educativa y por el pago del IBI, Omella ha subrayado que no quieren "privilegios" pero sí que se les trate "con dignidad y respeto".
Preguntado sobre cuál es su papel con el Gobierno y el independentismo, Omella ha apostado por "crear puentes" y seguir el camino de la "fraternidad y la convivencia".
"En temas más delicados, hay que buscar siempre los caminos de crear puentes, de crear convivencia y fraternidad, cuando hay voluntad de caminar juntos podemos conseguirlo y cuando queremos enfrentarnos, al final siempre se producen heridas y mucho dolor, y eso no lo quisiera para nuestro pueblo español ni para nuestra iglesia católica", ha apostillado.
SINODALIDAD Y SEGUIR AL PAPA FRANCISCO
En cuanto a sus prioridades, el cardenal Omella ha señalado que quiere "potenciar la sinodalidad, caminar juntos al ritmo de todos" y, sobre todo, "avanzando en la misma dirección que marca el Papa Francisco".
Interrogado por la ley de memoria histórica y, en concreto, por si los homenajes a mártires en Barbastro, diócesis de la que fue obispo, podrían reabrir heridas, Omella ha subrayado que no quiere "que nada de lo que se haga sea para reabrir heridas".
"Eso tenemos que pensarlo mucho, la convivencia siempre es posible en momentos difíciles, tenemos que avanzar por ahí, por caminos de no confrontación, de unirnos todos en el amor, de saber perdonarnos todos, todos tenemos heridas y todos tenemos que pedir perdón pero avanzar en un camino de reconciliación y de convivencia", ha zanjado.
EL HOMBRE DEL PAPA EN ESPAÑA
Nacido en 1946 en Cretas (Teruel), en la franja catalanoparlante limítrofe con Cataluña, dicen de él que es el obispo que más se parece en carácter y pensamiento al papa Francisco, con el que mantiene plena sintonía y una relación habitual.
Nunca se ha postulado para ocupar ningún cargo, tampoco el de presidente de la Conferencia Episcopal Española, aunque lo asumirá por obediencia eclesiástica porque, si algo caracteriza a Omella, es que es un "hombre de Iglesia". Cuando el Papa le nombró en 2015 arzobispo de Barcelona, los vaticanistas ya pronosticaron que era el hombre elegido por el Pontífice para reformar la Iglesia en España y cambiar el rumbo que dejó el mandato del conservador Rouco Varela.
Omella, que había sido obispo auxiliar de Zaragoza (1996-1999), obispo de Barbastro-Monzón (1999-2004) y de Calahorra y La Calzada-Logroño (2004-2015), llegó al arzobispado de Barcelona en tiempos convulsos por el 'procés'. Los independentistas lo vieron con recelo porque no era un obispo catalán y el sector más conservador de la Iglesia expresó sus reticencias por sus ideas aperturistas. Cinco años después, todo el mundo habla bien de él.
Durante el 'procés catalán', Omella no se ha cansado de hacer llamamientos a "la concordia", a "construir puentes" y a "fomentar la convivencia", e incluso intentó mediar, sin éxito, entre Rajoy y Puigdemont en los días efervescentes del otoño de 2017.
Omella es un maño simpático, capaz de decir cosas gruesas y trascendentes sin perder la sonrisa, habla sin tapujos y trufa sus discursos con anécdotas, chascarrillos, chistes y metáforas ingeniosas. Destacan de él que es un hombre de una inteligencia innata.
Escribe todos sus discursos y sus cartas dominicales personalmente, siempre en un viejo portátil Apple. Estudió en el Seminario de Zaragoza y en Centros de Formación de los Padres Blancos en Jerusalén y Lovaina, donde se licenció en Teología. Habla castellano, catalán, francés, italiano y latín.
Ordenado sacerdote en 1970, oficia misa tanto en la catedral como en la Sagrada Familia, la última el pasado domingo ante 2.000 fieles concelebrada con obispos de Madagascar y de República Centroafricana.
Durante un año, fue misionero en Zaire y siempre defiende que todo religioso debe pasar al menos un año en misiones. Es, como el papa Francisco, partidario de una Iglesia abierta, social, preocupada por los más vulnerables y ha volcado su labor en Càritas y en Manos Unidas.
Repite que se debe ayudar, acoger e integrar a las personas inmigradas y critica el sistema capitalista que deja a los más vulnerables en la cuneta, no reparte de forma equitativa la riqueza y fomenta el consumo innecesario.
Desde 2014 forma parte de la Congregación para los Obispos, el ministerio del Vaticano que se encarga de nombrar a los prelados y hace tres años el papa Francisco le hizo cardenal y miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.
En su primera misa como cardenal dijo que los cardenales "a pesar de su pompa externa" deben vivir con sencillez porque su misión es velar por los demás: "No estoy aquí para ser servido, sino para servir".
De hecho, prescindió del servicio doméstico del palacio episcopal y sólo conservó a la cocinera, por lo que es él mismo quien pone la mesa, sirve la comida y recoge los platos, también cuando tiene invitados.
Otro gesto 'franciscano' del cardenal Omella es haber invitado a vivir en el palacio episcopal a sus dos obispos auxiliares y otros colaboradores del arzobispado, con los que vive "en familia" y comparte cena y velada comentando la actualidad diocesana, futbolística o política, aunque defiende que la Iglesia no debe hacer política sino servir al pueblo, sobre todo a los más vulnerables, y buscar siempre el bien común.
Desde 1996 ha sido miembro de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, de la que fue presidente entre los años 2002 y 2008 y de 2014 a 2017.