Los jóvenes acaban entendiendo que las relaciones íntimas son un "juego de poder" en el que tienen que imponerse, según los expertos
El papel de los padres en la educación de sus hijos, la falta de empatía con el otro, la acumulación de estereotipos de la pornografía y la violencia de los videojuegos son ahora el caldo de cultivo en el que se larvan las agresiones sexuales entre menores. Es el análisis que hacen los expertos en psicología y comportamiento juvenil que hemos consultado. Estos detectan una ausencia cada vez mayor de una educación en valores.
Se debe enseñar a los menores a no poner la necesidad o la apetencia inmediata sobre el bienestar o la integridad de quienes tienen delante. La clave es la empatía y la empatía se aprende, asegura Valeria Aragón, directora en "Eleva Escuela de Coaching". El hogar y la familia son el lugar prioritario para recibir esa educación, según asegura. Aragón afirma que deben "tener la capacidad de autorregularse emocionalmente hasta el punto de no poner por encima mi necesidad inmediata sobre el dolor o el sufrimiento del otro". Dice esta experta que los jóvenes a veces no referencian ni empatizan porque "no han visto esto antes".
Los menores acaban entendiendo que las relaciones íntimas son un "juego de poder" en el que tienen que imponerse. Es un Error. Aragón considera que los padres deben enseñar a sus hijos a que las cosas que hacen tienen consecuencias en los demás. Entiende esta experta que las actitudes violentas son una llamada de los menores pidiendo empatía y reconocimiento. Comportamientos basados en la ira, el odio o la dominancia se lo acaban llevando a las relaciones sexuales, según dice esta experta que compara el fenómeno como "una autovía de doble carril" ya que también está alimentado por el visionado de pornografía.
Aragón insta a los padres a no refugiarse en la idea de que sus hijos no ven pornografía. La ideas que acaban fijando en la cabeza de los menores el cine para adultos se acaba mezclando con el contenido de algunos videojuegos. La facilidad de acceso a estos contenidos, hace casi imposible impedir su consumo, la clave dice esta experta, es enseñar a los niños y niñas a discernir sobre lo que tienen delante. El primer contacto con el consumo de porno oscila entre los 8 y 10 años, según señala esta coach, y eso hace que este tipo de contenido sea el primer contacto con las relaciones íntimas.
UN PROBLEMA SOCIAL
La coincidencia de dos agresiones sexuales entre menores en el tiempo y en un mismo territorio apunta a un problema social que trasciende la mera casualidad. Es lo que opina María Dolores Oñate, psicóloga integrada en el grupo de Adicciones del Colegio de Psicólogos de la Región, especialista en comportamiento y adicciones sin sustancia. Dos conceptos que los psicólogos manejan en este tipo de casos son el "control del impulso" y "la demora de la recompensa". El 'quiero esto y lo quiero ya' de los niños llevado al extremo cuando media la apetencia sexual. Oñate afirma que "la educación de los niños tiende a ir a ese dogma (...) cuando lo normal es conocer a una persona, tener un tiempo para conocerse, y el tiempo para eso se ha reducido y la labor ahora es separar eso".
Esos conceptos se han de trabajan para evitar este tipo de agresiones sexuales y también con los autores, también menores una vez consumada la agresión para que reorienten su forma de entender las relaciones con otras otras personas. En el caso de la víctima la asistencia después de una agresión es distinta, el acompañamiento es clave. María Dolores Oñate mantiene que a las víctimas hay que cobijarlas y protegerlas, "hay que enseñarles también a protegerse de las redes sociales por lo expuestas que están", añade.
Esta psicóloga afea que la educación de los menores se deposita únicamente en la formación académica y en el hecho de que estén bien conectados. Esto se convierte en un arma de doble filo, con unos padres que no están en casa, y con unas redes sociales que inducen a los menores a "un exceso de exhibicionismo". Estas aplicaciones, critica esta experta, "están muy sexualizadas" y acaban siendo un mal ejemplo. Oñate considera que "la deriva de esta sociedad donde los padres trabajan y los niños pasan la mayor parte del tiempo solos está restando calidad en la educación"
