La independencia alimentaria y energética supone entender nuestra "ecodependencia", dice el químico Luis González Reyes (Ecologistas en Acción), para explicar la huella ambiental de las guerras y del cambio climático
ANA R. GÓMEZ. Murcia
La soberanía energética y alimentaria son indispensables en situación de conflicto, y lo estamos notando cuando falta pienso procedente de Ucrania o mientras sube la factura de la electricidad. Son cuestiones coyunturales que parecen estar dejando de lado el problema más profundo del cambio climático.
Queremos ser independientes para cubrir nuestras necesidades, pero eso implica mucho más que acciones aisladas como favorecer la producción local o realizar menos importaciones. La soberanía alimentaria, desde un punto de vista ecologista, implica una reforma agraria, el acceso a las semillas y a la tierra.
Es el relato de Luís González Reyes, miembro fundador de Ecologistas en Acción y coautor del libro EN LA ESPIRAL DE LA ENERGÍA. quien recuerda que somos ecodependientes, y eso significa que hay razones de peso, estructurales, para explicar nuestra mala calidad de vida. Por ejemplo, las nubes de polvo sahariano afectan a nuestro aparato respiratorio durante unos días, como hemos visto, pero la contaminación constante que alimentamos con nuestros vehículos nos lleva a respirar un aire pésimo todos los días.
No solamente guerras en el primer mundo, como la de Ucrania, sino desastres universales como la pandemia de covid 19 tienen que ver con la ruptura con el ecosistema, y cada reacción violenta del entorno tiene a su vez repercusión sobre nuestra economía.