El estudio, de la Universidad Autónoma de Barcelona, pone en cuestión el crecimiento económico sin límites como indicador de bienestar
Una investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona vuelve a poner en cuestión el crecimiento económico sin límites como indicador de bienestar. El estudio concluye que un 30% de la energía y los recursos que se producen en la actualidad serían suficientes para proporcionar una vida digna a toda la población del planeta.
Los autores del estudio constatan que un 80% de la humanidad no tiene acceso a bienes y servicios básicos y esta situación no afecta solo a países en vías de desarrollo. Una desigualdad brutal y el acaparamiento de recursos están detrás del problema.
Alojsa Slamersak, investigador del ICTA, explica que "un porcentaje de la población global está usando más del 20% de todos los recursos", por lo que "el problema es debido a esta brutal desigualdad y este acaparamiento de los recursos".
El trabajo pone en tela de juicio el crecimiento mundial masivo, sin tener en cuenta los límites del planeta, como herramienta para garantizar el bienestar de la población. El científico pone algunos ejemplos actuales de las consecuencias de ese crecimiento sin control: la turistificación de las ciudades o la especulación inmobiliaria que dificulta el derecho de acceso a la vivienda.
El PIB, producto interior bruto, afirma Slamersak, es "un concepto generalizado para medir el volumen de la producción en la economía, pero nunca nunca fue para leer el bienestar de la gente", indica el investigador.
Tener una vida digna se asocia a garantías de servicios públicos básicos, a la sanidad, la educación o los vínculos sociales con el entorno, señala el científico. Las políticas de destrucción de esos servicios tras la crisis económica de 2008 dejaron claro que el problema no era la reducción del PIB.
La investigación concluye que la pobreza no es una cuestión irresoluble y plantea desviar la producción de la acumulación de capital y el consumo de élites para centrarse en proporcionar bienes y servicios socialmente beneficiosos para todos.
"Tenemos que deconstruir mucho diferentes actividades económicas según su funcionalidad para términos sociales y medioambientales y, a partir de ahí, decidir qué tipo de actividades se tienen que potenciar y cuáles tienen que decrecer, al servicio de las personas y dentro de los límites planetarios de la vida", expone Slamersak .