El tenista murciano gana al francés Barrere (6-2 y 7-5) y avanza hacia la siguiente ronda del Masters 1.000 de Shanghái. Próximo rival: Daniel Evans (este lunes, horario por definir, Movistar)
GREGORIO LEÓN
Pekín dejó dudas. Pero no para él. Se elevaron algunas voces críticas contra Carlos Alcaraz, que parecía haber perdido ese halo de invulnerabilidad que lo rodeaba. Cayó en semifinales en el US Open. Tampoco llegó a la final de China, frenado por un Jannik Sinner de una mayor estatura tenística y que le condujo a coronarse. Pero el murciano no deja que las dudas le crezcan en el interior. En su cabeza hay una idea obsesiva: acabar el año como número 1 del mundo, desbancar a Djokovic. Para ello debe llegar a la etapa final en Shanghái y seguir haciendo matemáticas. Y en este nuevo torneo en el que se estrena ha comenzado a toda mecha. Gregoire Barrere porfió, pero no pudo esquivar la derrota.. Cualquiera podría pensar que este triunfo, ante el 73 del mundo, era un engorroso trámite. Pero un Masters 1.000 está lleno de trampas. Holger Rune, metido en la niebla desde hace meses, ya está fuera. Y hasta Sinner sufrió. Alcaraz, por contra, avanza. Con buena letra.
El primer set arrancó con dos bolas de ruptura de Carlitos, imponente en su juego, hecho de acero. Y cuando el viento cambió de dirección, con un 0-40 a el sexto juego, fue capaz de salvar la situación adversa, con dos voleas maestras. La manga estaba en las manos del murciano, que fue viendo en la siguiente cómo Barrere iba por delante, sacando adelante sus turnos de servicio. Hasta que le llegó la oportunidad del break, que no malgastó para colocarse 3-4. La sorpresa fue inmediata. El francés le devolvió la ruptura. Alcaraz se percató de que no podía permitirse ningún descuido. Y con una derechona abriendo ángulo hizo una nueva ruptura, confirmada con su servicio (altamente fiable durante toda la cita, con un 76 por 100 de primeros metidos), que le aseguró la victoria.
Todo es nuevo para Carlitos. El torneo, el vestuario personalizado que ocupó durante tantos años una leyenda como Roger Federer, la pista... Lo único que no cambia es su determinación innegociable de pillar a Djokovic. De momento ya ha lanzado un mensaje en Shanghái: está en el camino adecuado. La liebre va por delante, zigzagueando. Pero el galgo, músculos tensos, mirada aguzada, los pulmones llenos de aire, la ve a tiro. La persecución continúa.
