El tenista murciano pierde ante el ruso las semifinales del US Open (6-7, 1-6, 6-3 y 3-6)
GREGORIO LEÓN. Nueva York
El US Open tiene una ley inderogable desde hace quince años. Quien gana, nunca repite. Y Carlos Alcaraz no ha podido escapar a ella. Llegó al cielo de Nueva York el año pasado. Medvedev lo ha expulsado de ahí. Al murciano le abandonaron las musas cuando acariciaba otra final donde le esperaba anhelante Djokovic.
La meteorología cambia. Como los pronósticos, que le daban la etiqueta de favorito a Carlos. Las nubes traen presagio de lluvia. Después de varias jornadas de calor sofocante, aparece el agua. El cielo retumba. Y esta vez no es por el sonido de los aviones llegando al cercano aeropuerto de La Guardia. Son truenos. Y el techo retráctil de la Arthur Ashe cubre la pista. La temperatura es confortable en las gradas, con entradas de 262 dólares la más barata a más de 3.000 la más cara. Los grandes espectáculos se pagan. Y es dinero bien invertido, porque pronto llega el primer ohhhh! exclamativo por una volea de Carlitos.
El murciano saca adelante sus juegos, sin dificultad alguna, llevando el disfrute a la grada con dejadas y acciones resueltas con saque-red, y amagando con el break. Pero no lo consumó y la manga se fue al 'tie-break'. Y ahí los fallos condenan al murciano.
Irreconocible, fallando golpes fáciles, se complica el destino nada más comenzar el segundo capítulo. Con un nivel superlativo, exhibiendo poderío con la derecha que todo lo resta y todo lo enchufa, Medvedev se lo lleva, firmando hasta cinco juegos en blanco con su servicio. El partido se ha torcido.
Se va Alcaraz al rincón de pensar. O hace un cambio de sentido y el final será irremediable. Arranca el tercer set con un juego limpio, al servicio. Necesita confianza y mejorar al resto. A pico y pala. Así debe construir cada punto. Y por fin, con un globo, consigue la primera ruptura. El público estalla de alegría y decide insuflarle energía emocional. Y Carlitos la aprovecha. Los gritos entusiastas de los aficionados son el combustible con el que mejor carbura en esta pista que está a rebosar, con casi 24.000 miembros del club de fans del murciano más universal.
Como ya el litigio se ha convertdo en una batalla mental, Medvedev es ahora el que se va a vestuarios. Y arranca el cuarto set con un juego en blanco. Y hace un quiebre para poner contra las cuerdas a Alcaraz. Salva hasta cuatro bolas de partido. Pero ninguna más, y Nueva York pierde a su chico favorito.
