La pareja española de dobles gana (7-6 y 6-4) a los argentinos González y Molteni en los Juegos Olímpicos de París.
GREGORIO LEÓN
La leyenda y el heredero. Por fin, juntos. Uno, en el crepúsculo de su carrera, enjoyada de títulos. El otro, en plena expansión, sin que se aprecien aún sus límites ni hasta dónde puede llegar, de tanto talento que atesora. Rafa Nadal y Carlos Alcaraz sobre la arcilla en la que han sido dichosos, la de la Philippe Chatrier. Un partido de colección. Y un examen de oposición. Sí, porque enfrente tenían a doblistas multiganadores. Los argentinos Máximo González y Andrés Molteni demostraron sus capacidades con un break inicial. Esa era su carta de presentación.
No fue fácil alcanzar la sincronía que exigen los encuentros de dobles. Si en su partido del mediodía se había visto a Carlos Alcaraz liberado, con Nadal se le vio agarrotado, errando bolas fáciles, sin la precisión acostumbrada. Los mejores golpes los firmaba el manacorí, con la experiencia acumulada también en esta modalidad tan singular, con tantas especificidades. El murciano se animaba con algún winner, lamiendo líneas. Y luego con otro passing shot. Albert Molina lo animaba, desde el box. Pocos conocen tan bien como él todas las posibilidades tenísticas de Carlitos. Pero el 'tie-break' fue inevitable. Y ahí, en una coordinación de esfuerzos y golpes, el set cayó del lado español.
Reaccionó la pareja argentina en el siguiente capítulo. Fiable con el servicio, venenosa al resto, llegaron a ponerse con un peligro 3-0 a favor que demandaba una respuesta inmediata. Carlitos y Rafa se pusieron a la tarea. Con derechas ganadoras, haciéndose duros restando, fueron limando poco a poco la desventaja. Doce puntos seguidos equilibraron el set. 3-3. La máquina carburaba. Nadal, después de un largo intercambio de golpes cruzados, sorprendía con un paralelo. Y Alcaraz, con un resto de los suyos, confirmaba el break y lanzaba a España a rematar la faena desde el servicio. Y fue justamente el murciano el que golpeó la bola para asegurar el punto final que concluía un partido erizado de cristales cortantes. Pero Rafa Nadal y Carlos Alcaraz ya bailan juntos. Y quieren más música, ya en la segunda ronda. Los buenos siempre se entienden.
