El tenista murciano tuvo que sudar (7-6, 3-6 y 6-1) para derrotar a Botic Van de Zandschulp en su estreno en el ATP 500 de Róterdam. Ahora, Vavassori o Aliassime.
GREGORIO LEÓN
Un laberinto de pasillos oscuros. Quedarse perdido en mitad del bosque en una noche de tormenta. Una ecuación con muchas incógnitas. Da igual la metáfora. Ganar a Botic Van de Zandschulp resulta tan difícil como pronunciar su apellido. Que le pregunten a Carlos Alcaraz, que salió malherido en el pasado US Open. Y la superficie y el escenario indoor del ATP 500 de Róterdam agregaba nuevas dificultades. Pero el jugador criado en El Palmar apartó del camino todas las piedras y se vengó del neerlandés.
No entró bien en el partido Carlos Alcaraz, que quedó expuesto enseguida a dos opciones de break para el neerlandés, que se movía con mucha agilidad, restando una y otra vez para complicarle la vida al jugador de El Palmar. Los errores no forzados crecían, uno detrás de otro. Hasta un total de 23 en el cómputo global del primer set, que se resolvió en el 'tie-break', donde ahí, sí, la derecha empezó a funcionarle a Carlitos.
El partido tenía espinas. Ya alguna se le había clavado al tenista de El Palmar. Y más de una acabó en su carne en la segunda manga. Van de Zandschulp continuó con su juego, buscando el fallo del murciano. Y otra vez menudearon los errores no forzados (17). Los golpes de derecha otros días tan eficaces no acudieron en su auxilio. El servicio, con porcentajes del 58 por 100, ensuciaba muchos puntos. Y la manga cayó del rival. 6-3.
Alcaraz necesitaba fiabilidad en su juego. Y lo encontró, por fin, en el capítulo final. Firme con su servicio, firmó una ruptura en el segundo juego y la confirmó en el siguiente. El tiempo empezaba a ser bonancible. Se iban la lluvia y el viento. El sol se insinuaba. Un passing que mandó la bola a la línea provocó los aplausos unánimes de los aficionados. Van de Zandschulp ya no parecía el enemigo irreductible de otros momentos. Y Alcaraz impuso su ley.