El tenista murciano ya está en cuartos de final, tras ganar a Andrea Vavassori por 6-2 y 6-1. Su próximo rival será Pedro Martínez, que ha sorprendido a Holger Rune.
GREGORIO LEÓN
Carlos Alcaraz no quiere que crezcan en torno a él, enredándose como una hiedra, las dudas y las incertidumbres. Con Jannik Sinner ejerciendo de rey absolutista en los últimos meses, jugando a máxima potencia, el tenista murciano debe aprovechar cualquier oportunidad de reivindicación. El ATP 500 de Róterdam aparece como escenario propicio. Sin el italiano, Alcaraz solo debe ser Alcaraz para romper sequías y recuperar autoestima. En esa tarea está. Y analítico como es (las enseñanzas son continuadas, y por ahí anda la reciente la lección que le dio Djokovic hace nada en Melbourne), el tenista murciano es consciente de que una caída de tensión puede torcerle el destino. La sufrió ante Botic Van de Zandschulp. Pero la enmendó enseguida. Nada que ver con el siniestro total de Nueva York del año pasado, donde se le apagaron todas las luces. Y por eso comenzó pie tabla ante su nuevo oponente, Andrea Vavassori.
El italiano no fue rival del jugador nacido en El Palmar. Se encontró, a modo de bienvenida, con un break. Al resto Carlitos devolvía bolas empapadas de veneno. Y con su servicio, confirmó la ruptura inicial. Y no lo hizo de cualquier manera, no. Golpeó la pelota por detrás de la espalda y luego remató la faena con un revés paralelo, con Vavassori en mitad de pista. El público que llenaba las gradas estalló de alegría. El arte le sale a Alcaraz de manera espontánea, como una emanación corporal. Ni siquiera parece deliberado. El espectáculo está en su piel. A partir de ahí todo fue coser y cantar para él. En poco más de treinta minutos tramitó el primer set.
Carlitos se siguió divirtiendo en la segunda manga. Mientras Vavassori jugaba como si sufriera una condena, el murciano se entrega a ejercicios lúdicos. Así, con un globo, puso el 2-1 a su favor. Y en esa línea siguió, sin concesión alguna, eficaz con su servicio, dañino al resto, con la bola siempre obedeciéndole, impulsada por la derecha más temible del circuito. Con ella caliente, el murciano viaja a cuartos de final.
