El equipo albinegro pierde por 4-1 en Castalia, y se queda a ocho puntos de la salvación.
GREGORIO LEÓN
Hoy un juramento. Mañana, una traición. El Cartagena tiene desconcertados a sus fieles. El lunes, en un ejercicio de orgullo y reivindicación, redujo al Sporting. Y la misma semana, solo unos días más tarde, quedó totalmente desnudo en Castalia para enfrentarse a una realidad descorazonadora: es uno de las más claros candidatos al descenso y deberá pelear hasta el final para mantener su estatus de equipo de fútbol profesional. Fue un desastre colectivo, singularmente en defensa, caótica toda la tarde. Fue una goleada dolorosa. Pudo ser la goleada de la vergüenza.
Perpetró una primera parte indecente. Directamente no compareció. El 1-0 llegó muy temprano, firmado por Mamah, sin nadie que lo vigilara. Pero antes de eso el Castellón había coleccionado oportunidades. Cipenga lanzó el primer aviso. Raúl Sánchez hizo que Pablo Campos se luciera en la parada del fin de semana con una respuesta felina a un balón que solo parecía tener un destino: ser gol. El 2-0 no tardó en llegar. Suero, otra vez solo, hizo caja. El equipo de Dick Shreuder, con la defensa del Cartagena haciendo el ridículo en el momento de tirar el fuera de juego, se estaba poniendo las botas.
Jandro Castro se vio obligado a reaccionar en el intermedio y le dio pista a "Pocho" Román. Pero enseguida llegó el tercero, obra de Pere Marco. Y fue Román el que pareció alumbrar nuevas posibilidades para el Cartagena, gracias a un impecable disparo desde fuera del área. Dejó dicho Woody Allen que cuando aparece una luz al final del túnel es que viene un tren de frente. Y eso le pasó al equipo albinegro. Cipenga redondeó su actuación poniendo el 4-1 en el marcador. Ahí quedaban extinguidas las esperanzas.
Y la tarde empeoró porque el Cádiz, con un gol de penalti transformado por Chris, ganó al Albacete, y deja la salvación a ocho puntos. Esa es la distancia del Cartagena respecto al quinto por la cola. El equipo queda obligado a un nuevo milagro para salvarse.