El equipo albinegro cae por 1-2 ante el Leganés. Durante varios momentos la afición gritó "¡Belmonte, vete ya!"
GREGORIO LEÓN
El entusiasmo no tapa las vergüenzas. El Cartagena fue entusiasta durante muchos minutos, pero se condenó. Su defensa es de gelatina, con Kiko Olivas apareciendo en todas las fotografías. Y por mucho que Luis Muñoz disparara los sueños, el Leganés hizo la lectura adecuada y desnudó a los albinegros, que también se quedan sin la Copa del Rey, asidero para hacer caja y mejorar su enflaquecida economía ante un mercado de fichajes que exige novedades para que haya esperanza en Liga. Cinco mil personas acudieron al Cartagonova, que volvió a estallar contra el presidente de la entidad. "Belmonte, vete ya" fue el grito que se escuchó durante varios pasajes. El hartazgo hacia su gestión es unánime.
La puesta en escena del Cartagena fue estimulante. Bajo la premisa de ser riguroso en defensa, detectó que el Leganés dejaba yardas de terreno libres a su espalda, que exploró a conciencia el equipo de Jandro. Fue así como Jairo, con un pase quirúrgico, encontró a Alfredo Ortuño. Su balón lo devolvió Juan Soriano. Pero cayó en las botas de Luis Muñoz, que golpeó con violencia para hacer el 1-0. Se abría un mundo de posibilidades y sueños para el Cartagena. Pero el cuadro madrileño tenía otros planes. Munir, delante de las narices de Pablo Campos, hizo el empate. Demasiado fácil. La fragilidad de otros días aparecía también en la Copa.
Salió propositivo el Cartagena tras el descanso, llegando a hundir al enemigo. Pero de nuevo afloraron sus flaquezas defensivas. Kiko Olivas, con cuerpo de algodón, no fue enérgico y Dani Raba se fue directo en busca del gol. Su definición fue impecable.
A partir de ahí, el Leganés vio que se podía poner las botas, tramando una transición detrás de otra. Y le fue perdonando la vida al Cartagena, aun vivo. "Pocho" Román metió queroseno al equipo. Tuvo en sus botas el 2-2, pero Nastasic llegó cuando estaba a punto de hacerlo. Y el equipo albinegro porfió hasta el final, pero con la misma receta: más empeño que acierto.