El equipo albinegro pierde por 4-1 ante el Granada, con 'hat-trick' de Uzuni.
GREGORIO LEÓN
Cualquiera lastima al Cartagena. Da igual si es un rival de tonelaje, como el Granada, u otro más liviano. Es un equipo despojado de autoestima, endeble mentalmente, con demasiadas carencias, lleno de debilidades. Y que empieza a acostumbrarse a las goleadas. En los Nuevos Cármenes vivió otra. Mirar la clasificación da pavor; examinar el juego del equipo conduce al desaliento. La temporada pasada hubo milagro. Pero las circunstancias ahora son otras. El discurso de Julián Calero era puro queroseno en vena para los jugadores; el relato de Jandro parece consumirse.
Dos minutos le duró la felicidad al Cartagena en los Nuevos Cármenes. Gastón Valles alimentó sus esperanzas, con un testarazo impecable en el tercer córner lanzado. Era el premio a una prometedora puesta en escena blanquinegra. Pero enseguida, antes del primer cuarto de hora, empezaron a aparecer las fragilidades defensivas que le han condenado esta temporada. Pedro Alcalá se dejaba ganar la posición para que Uzuni empatara. El pequeño le ganaba al grande. Kiko Olivas salía retratado en el 2-1, sin intensidad suficiente para frenar de nuevo a Uzuni, que seguía torturando al Cartagena. Y Rodelas, con un disparo desde fuera del área, sin nadie que saliera a taparle, hacía el 3-1. Todo muy sencillo para el Granada, que convertía cada centro lateral en una tentativa de gol.
Los minutos de la segunda parte fueron cayendo sin sobresalto alguno. Todo el vértigo de la primera dejó paso a un periodo de laxitud. El Granada, con suficiencia, no quiso exponerse y consagró sus energías en gestionar la ventaja adquirida. Y el Cartagena se entregó a un ejercicio voluntarioso, pero de ineficacia. Jandro Castro intentó alterar el estado de cosas colocando sobre el césped a Ortuño y a Vukcevic.
Uzuni, demostrando su olfato, anotó el tercero suyo, completando una actuación redonda. Solo algún destello de "Pocho" Román dio vida al Cartagena. Insuficiente.