El equipo cartagenero cayó contra el Betis en el lanzamiento de penaltis, después de acabar el tiempo reglamentado y la prórroga con resultado de 3-3.
GREGORIO LEÓN
Siempre hay que estar preparado para lo improbable. El Betis, recién descendido a Segunda División, era el equipo que todos querían delante en la Final Four. El Jimbee, advertido convenientemente de los riesgos de confianzas traicioneras, se puso por delante con una distancia de 2-0. Pero poco a poco se fue metiendo en la boca del lobo. Y fio su destino a los penaltis. Ahí la puntería no le acompañó.
El guion del partido se ajustó a lo previsto en el primer tramo. Molina se metió una pelota en su portería. Motta golpeó desde media distancia. Apenas se habían jugado diez minutos y el resultado ya era favorable a Jimbee por 2-0. El único sobresalto llegó por un penalti dudoso de Pablo Ramírez. Piqueras lo transformó para darle algo de vida al Betis.
En la segunda parte hubo un giro de trama. Cambió el relato. Extraviado, con una caída de tensión inexplicable, el Jimbee invitó al Betis a reconectarse. Piqueras empató. Y Carrasco, de tacón, colocó el 3-2 en el marcador, en medio del disloque cartagenero. Pero reaccionó el equipo de Duda con el juego de cinco, con un remate de Darío.
El pleito llegó a la prórroga. Los jugadores intentaron gobernar el miedo. Un error podía ser fatal, irreparable. Y el Jimbee, a falta de dos segundos, pudo evitar los penaltis. El disparo de Darío fue devuelto por el larguero. La suerte esta vez no le quiso hacer un guiño a los cartageneros. La madera le negó hasta tres goles.
En la tanda de penaltis, el Betis acertó con todos sus disparos. Waltinho erró el primero de la tanda. Su disparo, sin suficiente fuerza, al centro, fue un caramelo para Raúl Sánchez. A partir de ese fallo empezó a torcerse el destino cartagenero.
El Jimbee se queda sin una Copa del Rey que se le resiste. El año pasado la perdió. Este, también.
