El equipo grana gana en el descuento por 1-2 al Ibiza, con un gol de José Ángel Carrillo. Loren Burón anotó el primero. El Murcia es tercero.
GREGORIO LEÓN
Cuatro semanas sin ganar es demasiado tiempo para un equipo que oposita al ascenso a Segunda División. Iba camino de prolongar la secuencia en Can Misses. Caza mayor ante un Ibiza en plena crecida. Hasta quedaba en riesgo de ser expulsado del 'play off' de ascenso. Pero el Real Murcia, demostrando orgullo y espíritu rebelde, se levantó con un gol en el descuento de José Ángel Carrillo. El destino, que juega a los dados como le da la gana y al que le encantan los caprichos, le había robado victorias fabricadas durante muchos minutos, y se la ha regalado en el 91, en ese tramo reservado a lo inesperado, a lo que deja un sabor a azúcar en la boca.
Había vivido la temporada opacado por los destellos luminosos de Antonio Toral. Cohibido, como escondiendo su fútbol de desequilibrio, Loren Burón se había convertido en un subalterno. Y el Murcia lo echaba de menos. El ascenso exige la participación activa de todos. Cuando algunos no están, otros tienen que elevar el volumen. Y el de Puente Genil lo subió. Para empezar, con un golpeó cargado de sutileza transformado en el 0-1. Luego con una conducción de muchos metros y poderosa zancada que cortó Astals dentro del área. El penalti fue malgastado por Juan Carlos Real, cuyo disparo fue desviado por Belman, con artes adivinatorias.
El Murcia negó al Ibiza en la primera parte. Cegó vías de acceso, con una perfecta ocupación de espacios. Y tramó transiciones peligrosas tan pronto como pudo. Le sobró juego. Le faltó concreción. Pedro Benito, Saveljich... Las ocasiones se amontaron. Y en eso quedaron.
Paco Jémez encontró la solución en el banquillo. Pau Ferrer entró para modificar el destino del partido. Y lo hizo con remate de tacón. Vuelta a la casilla de salida. Los minutos fueron pasando. Y parecía que el Murcia había perdido su oportunidad. Pero no. Un contragolpe de manual asoció a David Vicente, Raúl Alcaina y José Ángel Carrillo. Y el murciano embocó, a puerta vacía. Era el minuto 91. Y la explosión de felicidad de un Real Murcia que abandona su crisis de resultados y mira a la cabeza.