El meta madrileño, que comparte titularidad con Erik, confiesa el placer íntimo que sintió la primera vez que jugó en Nueva Condomina vestido de grana.
GREGORIO LEÓN
El Derecho no solo recorre la vida de la familia Garzón. También el fútbol. Por eso José María, el padre de nuestro protagonista, compró una portería para colocarlo en el jardín de la vivienda que tiene en Madrid, para que sus tres hijos pudieran jugar con plena libertad. Y Álex, el pequeño, tenía todas las perder ante los mayores, que lo recluyeron bajo los palos, como si fuera una condena. Cuando eres un niño, siempre es más divertido marcar goles que evitarlos. Pero gracias a los balones que sus hermanos le lanzaban, Álex empezó a descubrir el placer único que se escondía en atajar un balón, en hacerlo suyo. Y ya jamás ha abandonado ese instinto propio de los gatos que lanzarse a por cualquier esférico que pase rodando a su alrededor cuando está en un campo de fútbol. Ahora luce sus reflejos en el Imperial, y se apresta a afrontar la fase de ascenso a Segunda RFEF. Felipe Moreno, el dueño de la entidad, está empeñado en que el filial se eleve de categoría, y sigue con atención minuciosa lo que hacen sus futbolistas semana a semana. Y Garzón, alternando titularidad con Erik, guarda la portería grana. Deseando volver a jugar en Nueva Condomina, que adquiere para él una dimensión poética. Conserva como un tesoro el recuerdo de su primer partido ahí, en ese campo que acoge tantos sueños en grana.
Álex Garzón revela que su madre Concha es su mayor fan, y que graba y recopila cualquier parada que haga, para mostrarla orgullosa. Tampoco ella podía imaginarse haciendo eso, cuando intentaba disuadir a su hijo para que no se colocara bajo los palos, expuesto a un balonazo.
En casa siempre ha estado imbuido por el espíritu de la mejora y el crecimiento. De anticiparse al futuro, proveyéndose de las mejores herramientas para desenvolverse en él. Por eso ya tiene aprobado el curso de director deportivo, y hasta ha entrenado a niños. De forma paralela estudia en la UCAM Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
Garzón rebobina la cinta y se va a su infancia. Veía en directo al Atlético y al Madrid, y mirada admirado las cualidades de De Gea e Iker Casillas, que dispararon sus deseos de ser un buen portero. Quizá le ayudaran, con su influjo de leyendas. Pero sobre todo, lo hicieron sus hermanos, condenándolo a la portería, ese espacio en el que entra un mundo entero y donde es profundamente feliz.
