El tenista murciano ganó a Jack Draper por 3-6, 6-2 y 7-5 en su primer partido del ATP 500 de Basilea. Alcaraz defiende el número 1 del mundo conseguido en Nueva York.
GREGORIO LEÓN
Carlos Alcaraz es un motor diésel. Que poco a poco va cogiendo temperatura. Ya empieza a ser norma que se exponga a sufrimientos y agonías, e incluso eliminaciones prematuras en su primer partido de un torneo. Los fantasmas de Astana aparecieron también en Basilea, pero el murciano supo reconducir la situación ante Jack Draper para colocarse en la segunda ronda del ATP 500 de Basilea.
El primer set dejó demasiados errores de Carlitos y una eficacia inesperada al resto de Draper, que le valió para hacer dos rupturas de servicio y llevarse la manga. Con solo tres errores no forzados, estaba claro que el británico iba a por todas. El partido demandaba un juego más fino del murciano. Y se puso a la tarea. Dos 'breaks' consecutivos lo colocaron en el camino adecuado. Empezó a conectar 'winners', a ver el juego identificativo que lo ha convertido en el número 1 mundial. El 6-2 explica elocuentemente la mejoría de su tenis en ese parcial del encuentro.
Ahí había encontrado la receta Carlos. La misma que le ha hecho derrotar a leyendas de este deporte, haciendo trizas pronósticos e historiales. Pero volvió a tener una caída de tensión en el tercer set, permitiendo un break de Draper en el octavo juego, y hasta un error en un golpe favorable le privó de llevarse el partido con un punto en el que tenía todo a su favor, exponiéndolo a un peligroso 'tie-break'. Pero solventó el problema, y por fin pudo tumbar a su rival. El sufrimiento mereció la pena.
