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Carlos Alcaraz, de niño a rey de Nueva York

Con cuatro años agarró su primera raqueta. Educado ejemplarme por sus padres, Carlos y Virginia, y tutelado tenísticamente por Juan Carlos Ferrero, Alcaraz ha corrido más que nadie para ser el mejor del mundo.

GREGORIO LEÓN
12 SEP 2022 - 02:36
Carlos Alcaraz, de niño a rey de Nueva York
Carlos Alcaraz, de niño. Foto: Archivo personal de Carlos Alcaraz

GREGORIO LEÓN

Su madre estaba ya con la cena lista. 

-Venga, Carlitos, que la mamá nos está llamando  -le avisaba su padre.

-Nooo, yo quiero jugar una bola más.

-Carlitos, a cenar... 

-Una bola más, papá... 

Carlos nunca se cansaba de jugar al tenis en el Club de Campo de El Palmar, crecido gracias al impulso pasional de la familia Alcaraz. Luego, aceptando resignado que era la hora de la cena y que las órdenes eran inapelables, llegaba a casa, saboreaba los platos que había preparado su madre Virginia, y se encerraba en el baño, donde se hacía autoentrevistas, con preguntas que se respondía, imaginándose ganador de partidos memorables. Los sueños de un niño son inabarcables. Y seguro que en los de Carlitos también entraba ser el mejor, el número uno. 

Tutelado por Juan Carlos Ferrero, que detectó enseguida que ahí había un diamante en bruto, fue creciendo en Villena. Siempre con la mirada atenta de Albert Molina, que puso a su disposición la larga experiencia acumulada durante dieciocho años para guiar la carrera de grandes tenistas. Y así, desde trofeos Challenge, en silencio, punto a punto, con paciencia artesanal, se ha ido construyendo la carrera de un campeón.

Alcaraz se ha visto rodeado de los mejores profesionales: los fisioterapeutas Juanjo Moreno y Alberto Lledó; su médico de toda la vida, Juanjo López. Isabel Balaguer, la psicóloga que lo ha fortalecido mentalmente. Antonio Martínez Cascales, culpable de que Villena sea fábrica de tenistas de primer nivel.

Y por encima de todos esos profesionales, Carlitos ha forjado su carácter con los consejos y sabiduría de sus padres, Carlos y Virginia, que le han imprimido la cualidad de la humildad, de la nobleza, de que sea vea siempre como un chico normal, incluso cuando es el número uno del mundo y rey de Nueva York.      

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