Tres goles en seis minutos clasifican a los blancos, que perdían por 0-1 ante el Manchester City. Rodrygo (dos) y Benzema, anotaron los tantos. El Madrid jugará la final contra el Liverpool.
GREGORIO LEÓN
El Real Madrid ha vuelto a hacer magia. El equipo blanco vive dentro de un thriller en cada un partido de Champions. Con continuos giros de trama, en el que la siguiente secuencia es impredecible para el espectador, que asiste atónito, buscándole en vano explicaciones racionales. El Liverpool espera en la final de París.
Cuando ni siquiera el Bernabéu creía, el partido ya en el minuto 90 y con la obligación de hacer dos goles para forzar la prórroga ante un Manchester City muy solvente, los blancos llegaron a la prórroga con dos goles de Rodrygo. Luego, en el tiempo extra, Benzema anotó de penalti el gol de la clasificación. El campeón de trece Copas de Europa, que vivió situaciones límite ante el PSG y el Chelsea en las dos eliminatorias anteriores, hizo una nueva pirueta mortal para acceder a una final en el que pocos lo situaban.
Estaba el equipo de Ancelotti eliminado. Mahrez había colocado el 0-1 en el marcador, con un remate fabuloso, y el partido transitaba mansamente hacia su desenlace. Los locales no encontraban ni juego ni energía. Pero otra vez el Real Madrid, rompiendo toda lógica, sin explicación futbolística alguna, volvió a obrar el milagro. Rodrygo primero anotó el 1-1. Y un minuto más tarde, conectó un cabezazo en una suerte que no es la suya, el juego aéreo, para transportar el choque a la prórroga. Allí Benzema, que apenas había emitido señales hasta el momento, convirtió un penalti que le hicieron a él mismo.
A partir de ahí, aunque el Manchester City apretó, el Madrid, bien estructurado defensivamente, aguantó hasta el minuto 123.
Real Madrid y Liverpool jugarán la final de la Champions, el próximo día 28, en París.
