El todavía entrenador de ElPozo dirigirá las dos próximas temporadas a la selección de fútbol sala de Vietnam. Hizo campeona del Mundo a Argentina, en 2016, en su mayor logro profesional.
GREGORIO LEÓN
Diego Giustozzi ha completado su ciclo de cuatro años como entrenador de ElPozo. El destino le ha negado dos títulos que lo habrían santificado: la Copa de Europa, perdida de manera injusta e inexplicable ante el Barça, en el Palau, en una final que solo tuvo un color, el de la camiseta del jamón, y la última Copa de España, con desenlace insólito. La interpretación subjetiva de la tecnología le quitó a ElPozo un título que ya celebraba.
Llegó al equipo de la familia Fuertes con el propósito de reactivar a un equipo que había entrado en decadencia en los últimos años de Duda. El equipo ya no llegaba a las finales importantes. Había quedado reducido a verlas por televisión. El argentino regeneró las ilusiones, transportando a ElPozo a las dos finales más gordas, Liga y Copa. Pero ahí apareció el mastodonte de siempre, el Barcelona, con dos jugadores diferenciales: Ferrao en la definición y Juanjo en la portería.
El equipo empezó a descapitalizarse. Pito se marchó al Inter, por razones económicas; Xuxa regresó a Brasil, alegando motivos personales. Y los recambios no dieron el mismo nivel. Los fichajes no fueron del todo acertados, y la producción del equipo descendió, con el último capítulo de la peor clasificación histórica en liga regular. Un desastre.
Ya en diciembre Diego Giustozzi le avanzó a Tomás Fuertes su deseo que no continuar más allá de su periodo de cuatro años. Tampoco el club tenía previsto renovarle la confianza, salvo que hubiera llegado algún título. Y el argentino ha encontrado ya trabajo. Sus principales logros han sido en el banquillo de selecciones. Hizo tocar el cielo a Argentina, entronizándola en 2016. Con una plantilla de jugadores poco conocidos, pero muy competitiva, ganó el Mundial de Colombia. Y ahora la Federación de Vietnam ha llamado a Giustozzi, quien se va a encargar de dirigir a la selección de fútbol sala de ese país. El contrato, muy goloso en términos económicos, es de dos años.
Vietnam siempre ha mirado con deseo a los entrenadores del fútbol sala español. Miguel Rodrigo fue el primero en arribar a Vietnam. Luego lo han hecho otros, como Bruno García, que llevó a ese país a jugar su primer Mundial, el mismo que encumbró a la Argentina de Giustozzi.
