La jugadora de El Palmar se formó en los cadetes de El Palmar, en un equipo mixto, antes de saltar al Levante. Entrevistamos a José Martínez, su representante.
GREGORIO LEÓN
Nada es capaz de frenar la fuerza irresistible de una vocación. Nadie puede sustraerse al poder imperativo de una pasión que crece en las entrañas. Y Silvia Lloris siempre quiso ser futbolista. En casa veía admirada el trabajo de entrenador de su padre en las bases de El Palmar, o las evoluciones de su hermano Pedro.
Su madre la apuntó a clases de ballet, pero apenas duró un día. Los ojos se le iban al campo de fútbol de El Palmar, pegado al hospital de la Arrixaca. Y ahí empezó a desplegar sus condiciones, como una rareza rodeada de chicos. Ya en infantiles, siguiendo una carrera imparable, su talento llamó la atención de clubes de la Primera División. Fue así cómo el Levante le firmó un contrato por tres temporadas, para que jugara en el filial. Pero todo eso se le quedaba pequeño a Silvia, que llegó al primer equipo y mereció que en 2021 el club granota le hiciera ficha profesional, y extendiera su contrato hasta 2024. Una decisión muy acertada. Clubes de linaje como el Atlético de Madrid, el Barcelona o el Madrid Femenino, estaban al acecho. Y ahora asisten a la progresión de una jugadora excepcional que ha elevado su cotización luego de la conquista del Mundial sub-20.
Dotada de una versatilidad que multiplica su valor (puede jugar de mediocentro, lateral derecho o central), es una pieza fija de Pedro López. Silvia nunca olvidará este año, que la hizo campeona de Europa sub-19 en la República Checa, y sub-20 mundial en otro continente, el americano. Pero da igual el país o el rival. Siempre afronta cada partido con la seguridad de que cuenta con un aliado que no deja de conspirar a su favor: Mickey Mouse. Un peluche de este popular ratón viaja permanentemente con ella, y que celebra que Silvia dejara el ballet para apostar por el fútbol.
En Onda Regional hemos entrevistado a su representante, José Martínez...