A partir de los 27 grados es difícil conciliar un sueño estable, por lo que la duración de los ciclos del sueño es más corta. Los expertos aconsejan ventilar de forma natural la habitación antes de acostarse.
SILVIA MATEO. Redacción
El calor acentúa el trastorno del sueño. El 25% de la población padece insomnio veraniego o ambiental. La falta de descanso tiene serias consecuencias en nuestro organismo como cambios de humor o problemas de memoria.
A partir de los 27 grados, lograr un sueño estable se convierte en un reto porque nuestra temperatura corporal no desciende. En las calurosas noches de verano cuesta más dormir y nos despertamos más por la noche y la duración de los ciclos del sueño es más corta. La directora del Laboratorio de Neurofisiología y Sueño de Murcia, Teresa Lluch, recuerda que la privación de sueño repercute en nuestra actividad diaria, con dificultad para concentrarse, menor rendimiento laboral y mal humor.
La clave en noches de calor como la de hoy está en controlar la temperatura del dormitorio. Los expertos aconsejan ventilar la habitación de forma natural las horas previas a acostarse. El mejor aliado es el aire acondicionado. Lluch recomienda ponerlo en marcha antes de ir a dormir, y si se deja encendido durante la noche, mantener la temperatura entre los 23 y 24 grados. En caso de tener solo un ventilador hay que colocarlo en un lugar estratégico de la habitación que permita la circulación del aire pero que no dé directamente a las personas.
No sólo las altas temperaturas nos alejan del sueño placentero, el aumento de luz o el inevitable cambio de hábitos de verano, también influye. Por ello los expertos recomiendan tratar de mantener el mismo horario durante todo el año y evitar siestas de más de 30 minutos y cenas copiosas y tardías
