Murcia, 12 siglos con corazón. Nuestra lengua
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La lengua que hablamos se configura como un muestrario de nuestro pasado e identidad, porque se ha ido nutriendo poco a poco, siglo a siglo, con los aportes de las diversas culturas y civilizaciones que vivieron en nuestra tierra y que, entre otras cosas, nos dejaron sus palabras. Tal y como explican desde el Patronato de la Alhambra, alrededor de un 8% del vocabulario español procede del árabe: es decir, unos novecientos términos primitivos que, con sus correspondientes derivados, pueden incluso superar las cuatro mil palabras. En Murcia, topónimos aparte, deberíamos saberlo muy bien: zagala, acequia, bancal, azarbe, zafa, noria, adarve, alboroque, jarra, aljibe, aceite, alcancía, arcaciles… Y muchas más.
Por comentar sólo unas pocas en esta píldora de historia: alboroque viene de “alborók” y es el agasajo que hacen las dos o una de las partes a quienes intervienen en una venta, o un convite que se hace para recompensar un servicio o por cualquier motivo de alegría. Zagal y zagala quiere decir muchacho, muchacha, joven valiente. Noria viene de “na’ura” y es el sonido del sollozo, aludiendo al ruido de dicho ingenio hidráulico cuando gira, y al hecho de que derrama el agua como una persona que llora. Bancal viene de “manqála” y es el pedazo de tierra rectangular dispuesto para plantar. Y adarve, de “adarb”, se define como el callejón particular en una ciudad musulmana que daba acceso a las viviendas situadas en él y que se cerraba por las noches.