Murcia, 12 siglos con corazón. Urbanismo andalusí
T01C004
Debido a su aspecto laberíntico en comparación con el orden regular y geométrico de las ciudades romanas, se ha llegado a calificar al urbanismo medieval musulmán como caótico. Pero lo cierto es que responde a las necesidades del momento y de la civilización que lo llevó a cabo, y no tiene nada de caótico o improvisado. El caso de Murcia es especialmente interesante por ser una ciudad de nueva planta ubicada en un llano, con el único condicionante del río. Las dos calles principales dentro del recinto amurallado corresponden al trazado de dos caminos preexistentes, en cuyo cruce y vado del río se decide ubicar la ciudad.
Uno de ellos, convertido en eje principal, discurre paralelo al río, como corresponde a la lógica de una ciudad de río, y conecta las puertas más importantes. Dicho eje también acoge el zoco y a él se abren el alcázar mayor y la mezquita mayor, en lugar preeminente. El resto de calles se abren como ramificaciones en torno a dichos espacios, creando una red de viales secundarios más estrechos y, por tanto, más frescos frente a los rigores del sol, con sus recodos y revueltas. Un último nivel de calles es el que forman los llamados adarves, que dan acceso a las casas. La casa es la célula, la unidad básica: la vivienda se orienta hacia el interior para preservar la intimidad del hogar con un patio central, y deja al exterior mucha superficie de muro que facilita el agrupamiento de viviendas, adosadas unas a otras.