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EL MIRADOR. Mundo milenial: Conchita Montes
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21 SEP 2021 - 13:10
Hablamos de mujeres que han tenido vidas impactantes y que merecen la pena ser recordadas. La actriz Conchita Montes es una de ellas
Cuando buscas a Conchita Montes, inevitablemente, aparece Edgar Neville. Él era un grandísimo director de cine, muy bien escritor y una mente brillante… igual que ella. Juntos hacían un gran equipo, pero vamos a centrarnos en ella, que tiene mucho sobre lo que hablar. 
Mª Concepción Carro Alcaraz nació en marzo de 1914 en Madrid, y era hija de una familia acomodada, así que tuvo un acceso envidiable a espectáculos y lecturas. Cuentan que lo que más le gustaba hacer con sus muñecas era representaciones dramáticas de las cosas que pasaban en su casa. Su propia casa estaba rodeada de teatros: el Real, el Eslava…
Estudió Derecho en Madrid y ella misma decía que era un poco snob intelectualmente, pero que era un snobismo del bueno. Un ejemplo de ello es que no se perdía ni una conferencia de Ortega y Gasset. Su objetivo en la vida,  dedicarse a la diplomacia y recorrer mundo.
En la Semana Santa de 1933 iba recorriendo Andalucía en tren con su padre y coincidió con Edgar Neville, quince años mayor que ella, y que por entonces estaba casado y tenía dos hijos. Él no le dice nada, pero en el tren se entera de que está estudiando Derecho, y a la vuelta de las vacaciones se pasea por la facultad hasta que la encuentra “casualmente”. Suena un poco creepy, pero les salió bien. 
El encuentro es un poco como en una escena de “La vida en un hilo”: está lloviendo mucho, el muchacho que la acompaña sale a buscar un taxi, y aparece Edgar y le empieza a contar que si es director de cine, que si ha trabajado como guionista para la Metro, que conoce a Charles Chaplin… Y lo cierto es que fue la llave para entrar en un mundo intelectual en el que pasaban muchas cosas y que a ella le gustaba. Aunque él se separó de su mujer, nunca consiguió divorciarse, así que Conchita y Edgar eran vecinos del mismo edificio pero no vivían juntos.
 
Hablando de  “La vida en un hilo”, es la película más famosa de los dos, y tiene un argumento tan simple y a la vez tan redondo, que ha envejecido muy bien a pesar de que tiene ya 76 años. Es una de esas joyas que nunca ponen en Cine de Barrio, tal vez porque no quede ninguna copia con la suficiente calidad, y que tristemente va cayendo en el olvido, salvo para aquellos que la han visto, que ya nunca la olvidan. 
Trata sobre una mujer que conoce a una adivina adiestradora de patos en un viaje en tren. Esta adivina no ve el futuro, sino la vida que la gente podría haber llevado de haber tomado un camino diferente al que tomaron en un momento decisivo en sus vidas. Mercedes, la protagonista, eligió sin saberlo el camino del tedio y el aburrimiento, teniendo en su mano una vida alegre y llena de dicha.
 
Sigamos con Conchita: con 21 años ingresó en el Vassar College de Nueva York, (la única alumna que entró en esa década). Para hacernos una idea del hito que era simplemente viajar a EEUU, Conchita fue una de las 35 mujeres españolas que viajaron a América desde 1930 hasta que empezó la guerra. 
En Nueva York trabaja como profesora de español, da conferencias sobre teatro español y asiste a cursos de dramaturgia. Aquí también aprovechó para sacarse el carnet de conducir y conseguir un coche. Un día apareció allí Edgar Neville, que la echaba de menos, y se fueron a Hollywood. Allí conocieron a un montón de gente, trabajaron, y volvieron a España justo el día del asesinato de Calvo Sotelo. Una vez que empezó la guerra, Edgar y ella volvieron a salir de España, y al volver tuvieron problemas: a ella la detuvieron y estuvo presa 50 días en un convento de San Sebastián (le dejaron llevar a su perro).
 
Toda su vida, y esto lo encontramos también en todos los personajes que interpretó en el cine, trató de vivir y de pensar las cosas de forma diferente a lo establecido, a lo que se entendía que estaba bien, y por eso en la época a veces la describían como excéntrica.
 
Empezó desde muy joven a escribir críticas cinematográficas, y poco a poco fue perfilando un estilo literario satírico que fue su sello de identidad en la revista satírica “La perdiz”, con MIguel Mihura, Tono, Jardiel Poncela (la “otra” generación del 27)… Además de escribir artículos, se encargó durante décadas del Damero Maldito. Era una especie de crucigrama enrevesado y difícil, aunque no imposible, de resolver, y que tenía a la gente completamente enganchada. Tanto, que cuando tenía épocas de mucho trabajo en el teatro, tenía que hacerlos por adelantado porque a la gente le daba algo si no salía el damero en algún número de la revista.
 
Con el tiempo demostró que además de buena actriz también podía ser buena directora de escena, además de guionista y traductora (porque hablaba varios idiomas). Tradujo y adaptó varias obras de teatro y novelas (también para el cine, como “Nada”), y puso en marcha su propia compañía teatral, llevando a escena temas que hacían pensar al público, a pesar de ser comedias la mayoría de las veces. Desde 1950, casi todas las obras que interpretó en teatro fueron con su propia compañía, siendo una de las empresarias teatrales más exitosas del momento.
 
Con la obra El baile, escrita también por Neville, que triunfó en España, pasó por París para un par de representaciones en castellano y llegó a Londres, donde ella misma interpretó su personaje en inglés 99 veces a lo largo de 3 meses.
 
Murió el 17 de octubre de 1994 en Madrid.

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