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La entrada al mirador

06:47
19 MAY 2020 - 00:00
Sobre las mascarillas

Ya lo veíamos venir, la mascarilla se ha convertido en una prenda más de nuestro conjunto para salir a la calle. Los modernos dirían “nuestro outfit”, pero me gustan más los conjuntitos de toda la vida. 

Ayer se llegó al acuerdo de que va a ser obligatoria en la calle si no se pueden garantizar los dos metros de distancia y en espacios públicos cerrados. Habrá que esperar hasta que el ministerio de sanidad publique los usos obligatorios y los detalles de cómo deben ser las mascarillas, pero la verdad es que ya es raro ver a alguien con la cara libre por la calle.

A esta miradora le gusta jugar a adivinar historias cuando me voy cruzando con gente. Miras su cara, la forma de vestir, cómo camina y tratas de averiguar si es una persona que corre estresada porque llega tarde al trabajo o a alguna cita, si es una familia que pasea o va de compras, si esa pareja se acaba de conocer o llevan juntos 20 años… 

Creo que todos lo hacemos. 

Ayer salí de paseo y todo ese juego de adivinanzas se me ha complicado bastante. No solo porque todo el mundo lleva mascarillas, si no porque yo también la llevo y aún no he aprendido a combinar el tapabocas con las gafas de miope sin que se empañen así que, básicamente, veo borroso. 

Pero pude ver que hay aún muchos bares y restaurantes cerrados, esos en los que no hay terraza o es tan pequeña que no merece la pena abrir todavía. Y pude ver también que hay muchos modelos de mascarilla: las azules quirúrgicas que le han dado a los empleados de banca y funcionarios, las blancas de la farmacia que son más rígidas y con las que parece que quien las lleva tiene hocico, otras con válvulas o las pantallas transparentes que nos convierten en seres llegados del futuro y las que más me gustan, las de tela con estampados y colores. 

Me encantan porque dan personalidad, son lavables y respetan el medio ambiente, que con tanto guante de plástico y tanta mascarilla desechable nos lo vamos a cargar aún más. Las mías son así, me las ha cosido mi madre con la tela de unas sábanas infantiles de mis hijos llenas de búhos y flores. 

Y resulta que a pesar de ir con ellas puestas, me reconocieron un par de personas y me saludaron. Es curioso porque ahora el protocolo no es acercarte y dar dos besos, sino quedarte donde estás, te dicen ¡hola Marta! y se quitan brevemente la mascarilla para que sepas quién es. Y a 2 metros sonríes y preguntas: ¿todo bien en tu familia? Y ya está.

Y da gusto. Porque es un pasito más para qeu sigamos como siempre. 

MARTA FERRERO


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