"Amanecer es un logro": la invisibilidad de las mujeres sin hogar
T05C001
En este reportaje, elaborado por Lucía Hernández, explicamos cómo la brecha de género también afecta a las mujeres en situación de sinhogarismo. La pérdida de la red familiar, la feminización de la pobreza o la ausencia de documentación, llevan a muchas mujeres vivir en la calle.
Según los datos que aporta la Estrategia Nacional para la Lucha contra el Sinhogarismo, un 22% de mujeres que se encuentran en situación de sinhogarismo tiene como causa el abandono del domicilio para huir de la violencia de género. Una fragilidad social que deviene en invisibilidad a los ojos del resto de la sociedad, una situación donde ‘amanecer es ya un logro’, así nos lo ha contado Alba, mujer de 36 años que vive en la calle.
El diseño de las ciudades. Barreras y refugios
La calle es un territorio hostil, y para ellas representa unas barreras propias del diseño de la ciudad y cómo desde su boceto se hizo para 'unos pocos', así nos lo cuenta María Victoria Saura, coordinadora del programa de Empleo de HOGAR SÍ en Murcia, organización destinada al acompañamiento y dotación de recursos habitacionales a las personas en situación de sinhogarismo, que nos cuenta que hasta el propio diseño de las calles y hasta ‘la forma en cómo se disponen los bancos de descanso’ es ya una barrera para muchas mujeres que habitan las calles.
El problema de las cifras
Según arroja el último informe de la ONU Mujeres y UNDESA, titulado 'Progreso en los objetivos del desarrollo sostenible. Panorama de género 2023' el 8% de las mujeres en el mundo se encuentran en situación de pobreza extrema, y esto tiene múltiples rostros y causas, como son la dificultad del acceso al mercado laboral, la ruptura de los vínculos familiares y redes sociales estables, la precariedad laboral que genera trabajadores pobres y en el caso de las mujeres la violencia de género y situaciones de migración o trata, las convierte en extremadamente vulnerables, una vulnerabilidad opaca porque las cifras se desdibujan.
Así nos lo cuenta Lidia Matencio, educadora social en 'La Huertecica', asociación dedicada a la inserción y acompañamiento a personas con problemas de adicción y especial vulnerabilidad, que nos expone la dificultad para datar la población exacta de mujeres en situación de sinhogarismo, dado a que es una población vulnerable, que no siempre pide ayuda a los recursos de las asociaciones del tercer sector y que en ocasiones ofrecen resistencias a ser acompañadas por temores.
El desarraigo y la violencia de género. Detonantes para acabar en la calle
A la calle se llega por múltiples carambolas vitales, el desarraigo, la ruptura de los lazos familiares y la violencia lleva a muchas mujeres a esta situación, especialmente cuando provienen de otros países. Es el caso de Dilcia, mujer que vino a España a cuidar a una mujer mayor convirtiéndose en empleada-interna; una vez la mujer falleció, Dilcia se quedó no sólo sin trabajo, sino también sin techo y sin arraigo, viéndose obligada a vivir en las calles.
La desigualdad es una cuestión tan estructural que afecta desde a la conquista de los puestos de representación como a salvaguardar la dignidad en las más vulnerables, ellas, las mujeres de las calles, así lo cuenta Amparo Martínez, responsable del área social de Jesús Abandonado en Murcia que junto a su equipo, donde se encuentran Virginia Martínez y Yolanda Vivancos, el proyecto 'Viviendas en femenino' donde dotar de un recurso habitacional a las mujeres en situación de vulnerabilidad y sinhogarismo, salvaguardando la intimidad y creando un ambiente seguro y promocionando la autonomía, porque estamos hablando de personas a las que acompañar sin invadir, sin tutelar, respetando su libertad.
La salud mental y los cuidados. El gran reto
En el caso de Oblatas Murcia, Ángela López, coordinadora del proyecto 'Oblatas Murcia' nos habla del desarrollo del proyecto de casas de acogida a mujeres en situación de sinhogarismo porque ‘tener techo o un lugar donde pernoctar no es dejar de estar en la calle’; además estas mujeres se encuentran psicológicamente y emocionalmente en una situación muy dura donde los problemas de salud mental afloran y contribuyen a lastrar aún más la posibilidad de salir de la fuerza centrípeta de las calles.
Dilcia y Alba son dos historias diferentes, pero iguales ambas en situación de calle y a ambas las une una la soledad devenida en invisibilidad como a tantas mujeres que habitan las calles que pisamos y donde reivindicamos la igualdad, pero nos faltan ellas, sus rostros, sus historias de vida y su presencia, urge por lo tanto iluminar sus rostros y sacarlas de la invisibilidad a la que son sometidas.