Un libro para un estado 05/11/2024
T06C042
LLUVIA
Nos sigue mojando la lluvia, Alejo. Todo es barro, cauce desbordado, calles atestadas de limo. Nuestro cuerpo también es limo, desde el origen. Las imágenes que vemos de Valencia nos obligan a mancharnos las manos si no queremos mancharnos el alma. En Murcia sabemos mucho de danas. Las hemos llamado siempre gotas frías. En otoño, la lluvia se toma su revancha. Tal vez por los meses ausentes, en esta tierra. Mi infancia son recuerdos de historias sobre inundaciones. La del 73 en Lorca, cuando los animales y la fruta flotaban en el campo y la gente hacía barcas improvisadas con puertas. También he vivido alguna. La de 2012. Deja siempre el agua una sensación de orfandad, de debilidad frente a algo superior. El mar que ocupa su espacio, el cielo que se cae.
La literatura también actúa como paraguas. Otra lluvia, más placentera, es la que se lee en las páginas de los libros. Leer la lluvia es un concepto hermoso, pero cuando traspasa del papel a la ventana, la metáfora se convierte en tragedia. Hoy te traigo historias de lluvia. Lluvias que duraron cuatro años, once meses y dos días, un agua tropical y fresca que abastece los campos y les hace crecer flores desconocidas. También una lluvia que arrastra veneno y que contamina nuestro espacio natural más preciado, el Mar Menor. Incluso te traigo una lluvia lejana que destrozó esta ciudad, Murcia, en 1879, y de la que se habló en los salones de la nobleza parisina, hace siglo y medio.
Todo eso escojo de mi biblioteca, Alejo, mientras hacemos de esa conversación de radio un refugio contra el desamparo. Y contra la lluvia dañina. Por eso invocamos las palabras. Por eso abrimos este paraguas de libros.