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VIVA LA RADIO. Murcia, año 2772. A los niños en el Imperio Romano... también los protegían contra el mal de ojo

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04 MAR 2020 - 00:00
La bulla era un colgante destinado a ahuyentar a los espíritus malignos que actuaba como un símbolo del estatus del niño como ciudadano libre de Roma. Para las muchachas el amuleto se llamaba lunula. Adolfo Diaz Bautista

LA INFANCIA EN ROMA


Sabemos poco sobre los primeros años de los romanos. La arqueología nos muestra pocos objetos de la infancia, en parte porque estarían hechos de materiales perecederos (madera, tela) y en parte porque, hasta tiempos muy recientes, la infancia era un periodo breve. 
Debido a las altas tasas de mortalidad infantil, a los niños no se les daba un nombre cuando nacían. Los romanos esperaban una semana antes de nombrar al niño durante una celebración llamada dies lustricus (“día de la purificación”). Al igual que en un cumpleaños moderno, amigos y familiares llegaban a la casa para ofrecer regalos y buenos deseos.
Los niños varones recibían una bulla en esta celebración. La bulla era un colgante destinado a ahuyentar a los espíritus malignos, así como un símbolo del estatus del niño como ciudadano libre de Roma. Las muchachas romanas también llevaban un tipo diferente de amuleto o colgante llamado lunula.
En Herculano se encontró una cuna-balancín de madera carbonizada. También se han encontrado biberones de latón o de cerámica y alguna muñeca de arcilla, madera o hueso. Parece que también había muñecas de trapo y las niñas jugaban a vestirlas y peinarlas. Las fuentes literarias y epigráficas apenas hablan de la infancia (salvo cuando moría algún niño y los padres expresaban su dolor), pero sabemos que los niños solían tener pequeñas mascotas (pájaros, grillos, conejos, perros). También conocemos algunos juegos como la pelota, la morra (una especie de “chinos”, la peonza, las canicas… Una de las muestras de la arqueología es la cantidad de dados y tabas encontrados. Las tabas son huesos de la mano de animales (generalmente corderos) que se arrojaban al suelo y el jugador ganaba o perdía en función de la cara del hueso que quedara hacia arriba.
Un caso curioso es el del cochinillo, era una especie de pillado o gallinita ciega en el que un participante debía localizar y atrapar a otro, mientras los demás los animaban y despistaban. El pillado era el cochinillo y el captor, el cocinero. Éste último era llamado en latín “coquus” y de ahí viene la expresión “que viene el coco”. 
Desde el punto de vista legal la infancia duraba hasta los 14 años  en el caso de los niños y los 12 para las niñas, pero se marcaban distintas etapas de la infancia: 
Hasta los siete años eran “infantes”, lo que suponía que estaban totalmente exentos de responsabilidad penal. La palabra “infans” significa “el que no puede hablar” y nos da una muestra de lo que tardaban los niños romanos en dominar el latín. De 7 a 12 años recibían las clases de un litterator, un profesor de primaria que les enseñaba a leer y a calcular. Después de esa edad, si tenían dinero, acudían a una escuela de gramática.
Aunque la mayoría de edad estaba en 14 o 12 años, la evolución del Derecho Romano nos demuestra que, conforme la sociedad fue avanzando, también fue retrasándose la edad de la etapa adulta. Una ley del año 200 aC estableció que si un menor de 25 años realizaba un contrato sin la intervención de un asesor adulto y después demostraba que había pagado un precio muy alto o había cobrado un precio muy bajo, podía anularlo. Justiniano, en el siglo VI establece que la adolescencia termina a los 18 años y por tanto hasta esa edad los niños deben ser protegidos.
A partir de la adolescencia, las niñas por lo general eran casadas por sus padres. Eso marcaba su paso a la edad adulta, aunque no debió ser infrecuente la existencia de mujeres mayores solteras o viudas que gestionaban su negocio, sobre todo por la facilidad del divorcio, las guerras, las pestes…
Los niños podían incorporarse a las legiones a partir de 17 años. Esto era obligatorio si querían seguir la carrera política, el cursus honorum. La duración del servicio militar fue variando: 16, 20, 25 años… al término de la misma eran licenciados y se les entregaba una porción de tierra en territorios conquistados, de esta manera se colonizaban las provincias y se extendía la cultura romana.
También podían buscar un trabajo a partir de 14 años; lo habitual era continuar la profesión del padre (esto fue obligatorio a partir de Diocleciano, siglo IV dC), pero también podían entrar al servicio del emperador, como “funcionarios” o dedicarse a la literatura, el teatro, las luchas de gladiadores o las carreras de caballos. Los trabajos “dignos” más pobres eran los de jornaleros del campo. 
Las clases urbanas más bajas se dedicaban al teatro y a la prostitución y eran despreciadas por la sociedad. Esto cambió cuando Justiniano llegó al poder y se casó con Teodora, una actriz -y quizás prostituta- que hizo cambiar las normas para que estas mujeres no fueran despreciadas y se les ayudara a cambiar de trabajo.


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