Enrique Martí y Jiménez Bosque, preparados para reforzar la plantilla en el mercado de invierno, para el caso de que logren hacerse con la propiedad del club albinegro, en manos de Belmonte.
GREGORIO LEÓN
En el Cartagena están siendo particularmente prudentes. Las llamadas son diarias a Andrés López, abogado del club y persona encargada de actuar de filtro y proteger los intereses legales de la entidad en este momento crucial para su futuro. Y el Cartagena se quiere blindar ante el peligro, real, de una compra-venta que lleve dentro una serpiente venenosa: la estafa. Una de las prácticas creciente es la adquisición de un club y, una vez acreditadas sus dificultades financieras de subsistencia, conducirlo a un concurso de acreedores. Y el club que preside Francisco Belmonte no quiere volver a esa casilla. "El club está en causa de disolución, como tantos otros, como la mayoría de la Segunda División, no nos engañemos, porque los gastos son más altos que los ingresos", asegura a Onda Regional una significada fuente de la entidad albinegra. Sus responsables no quieren que el Cartagena quede en manos de cualquiera. Ese es uno de los requisitos, la exigencia de buena fe y solvencia de la parte compradora. El otro es la necesidad de que, si la operación cuajara en breve, la plantilla sea reforzada en el mercado de invierno. Un imperativo.
Martí y Jiménez Bosque, dispuestos a invertir para fichar
Garbilladas todas las posibilidades y aproximaciones, al Cartagena solo le quedan dos opciones de posibles compradores: el empresario Enrique Martí, representado por Rafael Cascallana y Miguel Ángel Jiménez Bosque. El valenciano ha llegado más lejos que el presidente del Jimbee, al quedar firmados documentos de opción de compra, cuya fecha se ha ido modificando. Pareció clave una reunión celebrada en el hotel Calipso de Benidorm hace unas semanas, con presencia de todas las partes implicadas. Pero, a pesar de las declaraciones de intenciones y del pago inminente prometido, Martí no ha depositado ni tan siquiera la cantidad en concepto de arras confirmatorias, tres millones de euros. En el Cartagena no dan por cerradas las negociaciones, y las colocan en el término anglosajón de stand by. En modo de espera. La desconfianza hacia Enrique Martí ha crecido al ritmo de sus incumplimientos, pero no quieren enterrar definitivamente tal posibilidad. A veces, de las brasas sale fuego. Y lo que tiene claro el empresario valenciano es que el Cartagena, sí o sí, debe reforzarse en el mercado de invierno, y tenía preparado un millón de euros para acometer reformas en la plantilla. Meros propósitos. Meras intenciones. De momento, ni un euro.
La nueva opción aparecida es de la de Miguel Ángel Jiménez Bosque. A través de un intermediario ha hecho llegar una oferta a Belmonte, consistente en siete millones de euros y la asunción de la deuda, que ya es de 7'7 millones (de ella, solo exigible a corto plazo, 3,5). La respuesta del presidente albinegro fue negativa. Pide 16 millones, y de ahí no se baja. Jiménez Bosque, como Martí, también tiene claro que la primera inversión a efectuar, caso de llegar a la propiedad de club, es la reformulación de la plantilla, con varios fichajes. Y la tiene preparada. A su favor juegan varios factores: su trayectoria de empresario de éxito, acreditada sobradamente en el equipo de fútbol sala, su condición de cartagenero y rostro conocido en la ciudad; en su contra, la escasa sintonía que tiene con Belmonte, y especialmente, la cifra ofertada, que se queda corta, a juicio de la parte vendedora. Aun así, con la clasificación en la mano, que ofrece números pavorosos, Duino Inversiones (que tiene el 85 por 100 del paquete global de acciones del Cartagena) podría verse obligada a rebajar el precio de venta, que mengua con cada derrota.
No habrá opción de compra exclusiva para nadie
En este largo proceso negociador, por momentos extenuante, el Cartagena ha aprendido. Ya concedió una reserva de compra del club el pasado verano a un grupo de capital canadiense y francés, que nunca dio el paso al frente. A pesar de los informes favorables y las promesas de proyectos grandiosos, todo quedó en palabrería vacía. En agosto se cayó esa posibilidad. A partir de ahí ya no ha habido más firmas de contrato que generaran un derecho de reserva en favor de un comprador. Ni Enrique Martí ha tenido tal privilegio. Ni cualquier otro interesado. Desde el bufete de abogados que se tramita la compra-venta del Cartagena lo tienen muy claro: la única verdadera intención de compra se expresa por medio de una transferencia bancaria. Con dinero. Todo lo demás es hojarasca.
Por 7 kilos, no hay venta
La opción de una rebaja en la cifra inicial solicitada de 16 millones de euros queda abierta. Pero no a tal punto de llegar a los siete millones puestos encima de la mesa por Jiménez Bosque, a través de persona intermedia. Desde el Cartagena recuerdan que, para el caso de que se produjera el hecho funesto del descenso de categoría, el club tendría 2,5 millones de euros de ayuda directa de la Liga de Fútbol Profesional, por lo que el comprador, hechas sumas y restas, solo debería aportar de su bolsillo cuatro millones y medio para comprar una entidad con grandes posibilidades de emprender el camino de vuelta a la Segunda División. Por eso una venta de siete millones de euros no se contempla, en absoluto, desde los despachos en los que están sonando los teléfonos de los agentes implicados en esta operación. No hay nerviosismo en Belmonte. Refugiado en un silencio insondable, observa los acontecimientos, y contempla el horizonte, aun abierto para él. El volante está en sus manos. Y puede seguir todavía mucho tiempo, sea con el equipo manteniendo su estatus en el fútbol profesional (aunque los datos sean inquietantes y la clasificación, elocuente, ni siquiera ha terminado la primera vuelta) o como puntero de la Primera RFEF.
Pacto imposible La Hita-Jiménez Bosque
En clave de hipótesis de trabajo, una de las posibilidades que permitiría encontrar una solución al enredo sería que Jiménez Bosque se aliara con otro empresario, o empresarios, a fin de plantear una oferta económica más elevada. Las sociedades anónimas no son siempre unicolores. Por regla general, sus acciones quedan repartidas entre varios socios, mayoritarios y minoritarios. Pero esta formulación es imposible para el caso presente. Según averigüaciones hechas por Onda Regional, los tres dueños de La Hita no tienen previsto emprender aventura alguna en compañía de otro socio. Descartado en posible gobierno de coalición. La conjunción de varios empresarios de la zona para adquirir el Cartagena suena muy bien en los oídos del aficionado, pero es de difícil ejecución práctica.