El murciano se confiesa en Onda Regional, hablando del apoyo de su padre, de los platos que le prepara su madre, de su pandilla de amigos, de su abuelo, convertido en fan número 1 y de su anhelo de ser el mejor del mundo
GREGORIO LEÓN
Lejos del vedetismo, de la soberbia que gastan algunos deportistas, Carlos Alcaraz sigue siendo Carlitos. Da igual que haya ganado en Milán con una autoridad admirable. O que se colara en los cuartos de final del US Open, en un escenario imponente como la pista Arthur Ashe de Nueva York.
Que tres top-10 hayan sucumbido a su tenis tan talentoso como precoz. Que nadie, ni siquiera una leyenda como Rafa Nadal, haya ganado tantos partidos (32) en un solo año. Alcaraz sigue siendo Carlitos. El que, cuando regresa a Murcia, entre torneo y torneo, busca cualquier momento libre para estar con sus amigos y echarse unas risas. El que paladea como un manjar único los platos que le cocina su madre. El chaval al que un día su padre le puso en las manos una raqueta, en el Club de Campo de El Palmar, sin saber que ese gesto aparentemente nimio, le iba a transformar la vida. Y nos la iba a transformar a los demás. No estamos sobrados de campeones. Y mucho menos, de campeones humildes.
"Las cosas más sencillas son las que más feliz me hacen"
Djokovic ha hablado esta semana, con admiración, del comportamiento de Alcaraz fuera de la pista. "Soy un chico sencillo, y cercano, que intenta transmitir buen ambiente. Tengo claro que primero hay que ser persona y luego deportista. El camino es ser humilde. Las cosas más sencillas son las que más feliz me hacen"
Su pandilla
"Soy gamberrete", admite Alcaraz, refiriéndose a su peña, al grupo de amigos a los que dedica todo el tiempo posible. "Soy una persona sencilla, uno más. Cuando estoy con ellos me olvido, entre comillas, de que soy tenista. Simplemente soy un chaval de 18 años, Charlie o Carlitos, como ellos me llaman, que juega al FIFA para pasarlo bien con mis amigos".
Un día en Nueva York
"Cuando gané a Tsitsipas me pregunté, ¿qué acaba de pasar? ¿Debo pellizcarme? No sé si estoy soñando. Fue un momento de locura. Todo el mundo animándome, gritándome... Tenía la piel de gallina. Y no me esperaba que la gente gritara 'Let's go, Carlos'. Fue alucinante".
Su padre, apoyo esencial
"Mi padre ha sido tenista, y ha jugado muy bien. Es un gran entrenador. Sabe mucho de tenis. Pero nosotros siempre hemos tenido claro algo: cuando estoy en casa, el tenis se queda aparte. Somos familia. Y el mayor consejo que me da es que siga así, que siga siendo la misma persona, y que siga trabajando".
Su abuelo, el fan número 1
"Mi abuelo, mi abuela... Intentan verme todos los partidos, y ya han aprendido a buscar los enlaces para verme a través de internet. Les ayudamos con la tecnología para que no se pierdan los partidos".
El Palmar, el origen de todo
"El Club de Campo de El Palmar lo es todo. Ha sido donde he crecido. Toda mi infancia la he pasado allí. Todos mis amigos han salido de allí, y empecé a jugar ahí"
El puchero con pringá de su madre
Carlos Alcaraz alaba las habilidades culinarias de su madre: "El plato que más me gusta es uno, sevillano, el puchero con pringá".
Ferrero y Molina, siempre a su lado
El tenista murciano se siente afortunado de poder trabajar todos los días con dos profesionales de la talla de Juan Carlos Ferrero y Albert Molina: "Ferrero es una persona diez, y un entrenador cien; Albert nos cuida muy bien. Un orgullo para mí estar con ellos".
El gol de Morata
"Estaba en una zona donde no podía celebrar mucho. Tenía a directivos de Suecia al lado, pero la emoción me pudo y me levanté y grité el gol".
Quiere a Mbappé de blanco
"¿Quién no quiere a uno de los mejores del momento en su equipo? Me gustaría que Mbappé fichara por el Madrid", confiesa Alcaraz, que tiene otro punto en común con Rafa Nadal: es madridista.
