Después de su eliminación en Wimbledon, el tenista murciano ya concentra toda su energía en brillar en el próximo Grand Slam: el US Open.
GREGORIO LEÓN
Carlos Alcaraz ha metabolizado rápidamente su eliminación en octavos de final de Wimbledon. Con la misma naturalidad con la que acoge el éxito, encaja los días malos. Y el domingo fue uno de ellos. Jannik Sinner no le dio opciones. El murciano se vio muy penalizado por su mal comienzo, intimidado por el escenario colosal de la pista central de All England Club. "Me voy con la cabeza alta", expresó en rueda de prensa, sin perder la calma.
Su equipo de trabajo también hace un análisis constructivo de la derrota ante el italiano. Las derrotas, ocasionales, también están ayudando a forjar un campeón futuro. Apenas tiene 19 años, y no puede ganar todo. Ya lo hizo en Miami, Río, Barcelona y Madrid. Y su aprendizaje en hierba esta última semana ha sido extraordinario.
Ahora concentra su energía en preparar a conciencia el siguiente Grand Slam, el US Open. El año pasado regaló a los aficionados de todo el mundo uno de esos partidos memorables, que quedan para el recuerdo: su duelo contra Tsitsipas. Quizá el mejor partido que ha disputado, en la pista Arthur Ashe, un templo del tenis. Y allí, en Nueva York, volverá a atraer todos los focos, como ocurrió en Roland Garros.
Antes de viajar a la ciudad de los rascacielos, tiene varias citas preparatorias: el Open 500 de Hamburgo (18-24 de julio), donde podría reencontrarse con su amigo/enemigo Sinner, el Plava Laguna Croatica Open de Umag (25-31 de julio), el primer gran torneo que ganó, el verano pasado, para luego emprender la gira americana, que incluye el Masters 1.000 de Montreal y el torneo de Cincinnati. Después le espera Nueva York.
