El profesor de Sociología de la UMU Juan Carlos Solano dice que, de mantenerse la tendencia, el índice de esperanza de vida de los murcianos podría retroceder por primera vez desde la Guerra Civil
PACO MARTÍNEZ.
Las dos primeras olas del COVID tuvieron efectos muy limitados en la región en términos de víctimas mortales. La cifra de 151 muertos registrada entre marzo y agosto palidece cuando se compara con los 168 que hemos acumulado sólo en el transcurso de la última semana. En términos demográficos, ni la primera ni la segunda ola dejaron una huella apreciable. De hecho, en Murcia durante los primeros seis meses de 2020 hubo casi 700 nacimientos más que defunciones. Pero lo de estas dos últimas semanas es completamente distinto.
La mortalidad se ha cebado especialmente en el segmento de edad más avanzado: de los 168 muertos de los últimos siete días, 113 tenían más de 80 años; 23 más de 70 y sólo 7 no habían llegado a cumplir los 60. Si la tendencia se mantuviera durante algún tiempo más, el profesor de Sociología de la UMU Juan Carlos Solano cree que acabaría por reducir la esperanza de vida media de los murcianos, un indicador que ha crecido de manera ininterrumpida en la región desde los tiempos de la posguerra.
De fondo, un factor estructural que a los expertos les lleva preocupando desde hace tiempo: a pesar de ser una de las regiones más jóvenes de España, Murcia tiene una esperanza de vida menor que la media, y la peor esperanza de vida saludable del país. Aquí los achaques se generalizan a partir de los 55 años, cuando en comunidades como Cantabria la media está en 71 años. Hay factores socioeconómicos que hacen, dice Solano, que los murcianos "nos muramos más de lo que deberíamos".
La muerte de tantas personas mayores de 60 años puede acarrear también algunos cambios sociales. Cambios de hábitos, impulsados por las precauciones que ha impuesto la pandemia; pero también cambios en la estructura familiar, porque hay muchos abuelos que han enfermado o han fallecido.
